Aquel día habíamos ido al campo de picnic. Estábamos dando un paseo entre los árboles, disfrutando del entorno y cansándonos un poco antes de sentarnos a disfrutar de un merecido reposo y una suculenta comida que habían preparado y porteado mis padres. Casi a cada paso que dábamos teníamos que esquivar las enormes boñigas de vaca que florecían como setas por todas partes. Algunas se veían secas y marchitas, pero otras se apreciaba a simple vista que eran mucho más recientes.
Tanto era así, que de repente nos topamos con las legítimas propietarias, un rebaño de vacas que se estaba desplazando a pastar hacia donde nos encontrábamos. Mis padres pensaron que no era buena idea quedarse por allí en medio con varios niños pequeños al alcance de las patas y los cuernos de los bovinos, así que terminamos marchándonos a casa antes de tiempo. Hambrientos, habiendo saboreado únicamente curiosidad e ilusión de primer plato, consternación y miedo de segundo, y pastel de vaca para postre.
![]() |
© Lmbuga - Wikimedia Commons |
Tanto era así, que de repente nos topamos con las legítimas propietarias, un rebaño de vacas que se estaba desplazando a pastar hacia donde nos encontrábamos. Mis padres pensaron que no era buena idea quedarse por allí en medio con varios niños pequeños al alcance de las patas y los cuernos de los bovinos, así que terminamos marchándonos a casa antes de tiempo. Hambrientos, habiendo saboreado únicamente curiosidad e ilusión de primer plato, consternación y miedo de segundo, y pastel de vaca para postre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario