Cuando yo era niño los dardos eran de verdad, con punta afilada de acero, no como esos de hoy en día que terminan en un pseudo-pincho de plástico que se dobla al primer impacto y no vuelve a quedar recto nunca más.
Tampoco disponíamos de dianas electrónicas como las de ahora, así que cualquier conjunto de círculos concéntricos dibujados a mano en un trozo de cartón nos servían para practicar nuestra puntería. Los problemas venían cuando no acertábamos dentro del objetivo y el dardo terminaba alcanzando alguna superficie no apta para nuestros juegos. Definitivamente, como pudimos comprobar infinidad de veces, apoyar la diana en la pared de yeso de la casa o en la puerta de madera de entrada al piso era una mala idea.
![]() |
© bogdansuditu - Flickr |
Tampoco disponíamos de dianas electrónicas como las de ahora, así que cualquier conjunto de círculos concéntricos dibujados a mano en un trozo de cartón nos servían para practicar nuestra puntería. Los problemas venían cuando no acertábamos dentro del objetivo y el dardo terminaba alcanzando alguna superficie no apta para nuestros juegos. Definitivamente, como pudimos comprobar infinidad de veces, apoyar la diana en la pared de yeso de la casa o en la puerta de madera de entrada al piso era una mala idea.