El cuerpo humano es una máquina muy compleja sumida en un proceso de evolución y cambio constante, compuesta por multitud de subsistemas que pueden desajustarse en cualquier momento o sufrir comportamientos extraños de forma puntual.
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También hubo una temporada en que mis ojos se volvieron locos y cada uno quería salirse de su cuenca en direcciones opuestas. En realidad el problema radicaba en que sentía una molestia, como una sequedad continua, y en vez de aliviarme restregándome los ojos con las manos, gesticulaba con toda la cara y parpadeaba de forma rápida y exagerada tratando de mitigar mi incomodidad. Un profesor del colegio le comentó a mis padres que había que ponerle freno cuando aún estábamos a tiempo, antes de que esa conducta gestual se convirtiera en un tic crónico e incontrolable. Así que cada vez que notaba que me estaba sucediendo, hacía un esfuerzo de autocontrol y, con el tiempo, los espasmos acabaron remitiendo y desapareciendo para siempre. El poder de la mente sobre el cuerpo en plena acción.
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