lunes, 3 de octubre de 2016

Retales de mi infancia, el libro

Ya hace unos meses que terminé de escribir estos "Retales de mi infancia". Y ahora, ¿qué?, ¿qué va a ser de este blog? Sinceramente, no lo sé. Quizás amplíe horizontes y me dedique a escribir una segunda parte, los "Retales de mi vida", o quizás ya cumplido su papel lo deje como está. No lo tengo claro todavía. Es una cuestión más complicada que encontrar la respuesta a "el sentido de la vida, el universo y todo lo demás". De hecho eso es muy fácil, es 42, como los años que cumplo hoy.

Retales de mi infancia, el libro
¿El principio de una saga? - Dominio Público

Lo que sí sé es lo que voy a hacer con esta recopilación de recuerdos, un libro. Sin duda me va a llevar una cantidad considerable de trabajo extra, pero creo que el esfuerzo puede valer la pena. La idea es hallar un modo de ordenar cronotemáticamente las historias para darle una mayor coherencia y consistencia a todo el conjunto, buscar por casa de mis padres viejas fotografías que me ayuden a ilustrar y poner cada situación en su contexto, y finalmente autoeditarlo en Lulu.com o alguna otra plataforma similar, para poder regalar un ejemplar físico a cada miembro de mi familia en Navidad. 

Parece fácil, pero es todo un reto. Para empezar tengo que involucrar a uno o varios de mis hermanos y pedirles que empiecen a escanear todas las fotos que encuentren en las viejas cajas de zapatos donde las tienen almacenadas mis padres. Pero tengo que hacerlo sin contarles para qué las quiero realmente. Una solución es apelar a motivos sentimentales, eso nunca falla, simplemente decirles que quiero tener una copia para el recuerdo, e incluso puedo convencerles de que es una gran oportunidad para hacer un buen regalo, pueden grabar un DVD con la colección completa de fotos y entregarnos una copia a cada uno en Navidad. Sería el complemento ideal para mi libro.

Sin duda, la parte más ardua va a ser la ordenación cronotemática, son más de 200 historias divididas en 2 ó 3 grandes bloques espacio temporales, pero en muchas ocasiones la cronología no está del todo clara, y en muchas otras hay temas conectados entre sí que traspasan esas fronteras espacio temporales, así que hay que encontrar una solución intermedia. Necesito desarrollar un algoritmo de ordenación propio, veremos si lo consigo, porque el resultado final pude variar mucho según como lo presente.

Bueno, ya está bien de charla, ¡a trabajar!

viernes, 22 de julio de 2016

Soy un señor

"Señor, ¿puede decirme la hora?". Cuando un chiquillo te suelta eso por la calle sin previo aviso, sabes que se acabó, que por muy joven que te sientas, por muchas fuerzas y energías que te queden, por muchos planes que hayas hecho para el futuro, ya hace tiempo que has dejado la infancia atrás. Podrás seguir acumulando nuevos recuerdos, nuevas anécdotas e historias alegres, tristes, graciosas o simplemente curiosas, pero ya no serán "Retales de mi infancia", serán otra cosa, y como tal ya no tienen cabida aquí. Así que este es el fin. THE END.

Soy un señor
¿Quién dice que no soy joven? - Dominio Público

Si alguien ha llegado a leer esta especie de memorias de mi infancia, espero que las haya disfrutado tanto como yo he disfrutado escribiéndolas. Han sido más de 3 años de arduo trabajo. Ahora valoro mucho más la profesión de novelista, entiendo el terror a la hoja en blanco, el bloqueo del escritor, y la lentitud de George R.R. Martin para publicar de una vez por todas "Vientos de Invierno".

Es posible que a partir de este momento aún afloren a mi memoria algunos recuerdos susceptibles de ser reseñados en este blog. En tal caso los iré añadiendo aquí puntualmente, pero obviamente ya sin seguir la periodicidad habitual.

lunes, 18 de julio de 2016

¿Borracho yo? Tururú

Acababa de salir de casa en dirección al centro cuando, a la altura de Ranillas, me crucé con un señor mayor visiblemente ebrio que caminaba tambaleándose ostensiblemente de un lado a otro y a duras penas se mantenía en pie. No había avanzado más que unas decenas de metros tras el encuentro cuando oí a mi espalda un fuerte estruendo, me giré en redondo, y vi cómo el pobre hombre había terminado por darse de bruces contra el suelo.

¿Borracho yo? Tururú
El alcoholismo no es cosa de risa - Dominio Público

Por unos instantes me quedé petrificado sin saber qué hacer, indeciso entre acudir a socorrerlo o dejar que se apañara por sus propios medios. Durante esos segundos de duda, un par de transeúntes que pasaban más cerca se acercaron para echarle una mano y ayudarle a levantarse, y acto seguido volví a girarme, continuando mi camino como si tal cosa, ajeno a los problemas de un necesitado.

Sé lo que tendría que haber hecho, pero no lo hice, y muchas veces me arrepiento de ello y me pregunto el por qué. Seguramente fui víctima de lo que en psicología se denomina "Efecto Espectador", pero ser tan predecible tampoco me consuela. Desde entonces intento hacer al menos una buena obra al día, y no sólo por la egoísta sensación de sentirme mejor conmigo mismo, sino de sentirme mejor con el mundo.

viernes, 15 de julio de 2016

Opus Dei

En mis años de Universidad trabé amistad con César, un chico en apariencia bastante normal, amable, simpático y buen estudiante, junto al que hice muchas de las prácticas de la carrera. La única pega que tenía el buen hombre es que era numerario del Opus Dei. Al principio pensé que le vendría de familia, que sus padres le habrían inculcado esas ideas, esa filosofía y estilo de vida, pero más tarde supe que no, que sus padres no eran especialmente religiosos, que había sido captado por alguien un tiempo atrás y sus padres no llevaban el tema demasiado bien.

Opus Dei
© Amio Cajander - Flickr (hay sectas para todos los gustos)

Vivía en un piso junto a varios curas y otros numerarios de su secta. En realidad eran varios pisos, todos los de la primera planta del edificio, comunicados internamente entre sí de forma que podías dar una vuelta completa y volver de nuevo al punto de partida sin salir al exterior. A veces quedábamos allí para estudiar o preparar algún trabajo. Todo era muy singular. Por ejemplo, lo primero que hacían al llegar era asomarse a una pequeña capilla y mostrar sus respetos arrodillándose y santiguándose. Si nos daban las 12 del mediodía dejaban absolutamente todo, independientemente de lo que estuvieran haciendo, se ponían en pie y dedicaban unos minutos a rezar el Ángelus en voz alta. Sin embargo, lo más curioso de todo es que la limpieza de la casa corría a cargo de mujeres de la obra, pero nunca las veías, Cuando se iban acercando a la habitación en la que estuvieras trabajando, tenías que trasladarte con todos los bártulos a las estancias contiguas, siguiendo la misma dirección que ellas en el interior del círculo. "Es para evitar tentaciones", decían.

Que César intentaba captarme estaba fuera de toda duda. Me invitaba a charlas sobre la Sábana Santa, a sesiones de meditación, a un fin de semana de esquí en la nieve, a jugar al tenis en unas instalaciones para empleados de Ibercaja de las que era socio su padre, y hasta intentaba que me confesara con uno de los curas con los que convivía. "Tocarse es pecado", solía repetir. Y aunque yo no tenía ningún interés en formar parte de su religión, me dejaba querer, pero sólo por conveniencia. Antes de conocerle nunca hubiera imaginado la cantidad de profesores universitarios que pertenecían al Opus Dei. Tenerlo de amigo y compañero me hacía gozar de ciertas ventajas ocultas.

Es cierto que el muchacho tenía muchas manías y rarezas, pero tengo claro cuál fue la gota que colmó el vaso y fue la causante de que empezáramos a distanciarnos poco a poco. Había ido al Pilar a misa con mi amigo José Pedro. Estábamos pegados a la pared, en un lateral del altar mayor, donde solíamos ponernos muchas veces con mis padres, cuando de repente, casi al final de la ceremonia, apareció César. Les presenté, nos pusimos a charlar y no sé por qué empezó a aleccionarnos sobre que comulgar en pecado era un pecado todavía mayor. Antes de que nos diéramos cuenta la misa había concluido. César estaba visiblemente afectado porque se había despistado hablando del tema y no había pasado a comulgar. "No importa, ya volveré a misa esta tarde para recibir la comunión", afirmó. José Pedro y yo nos miramos estupefactos, ¿tragarse todo ese tostón de nuevo? Una vez a la semana podía aguantarse pero, ¿dos veces en un día? Había algo en la cabeza de ese chico que no funcionaba del todo bien o, para ser más exactos, que no funcionaba como en las nuestras.

En cualquier caso, sus palabras hicieron mella en mí, pues a partir de entonces pocas veces más he pasado a comulgar. Si no podía recibir ese sacramento estando en pecado, y no estaba dispuesto a ir corriendo a contarle a un cura mis intimidades, sean pecado o no, la consecuencia era evidente. Poco a poco empecé a examinar todas las afirmaciones sobrenaturales con ojo crítico y a abandonar las costumbres y creencias religiosas hasta convertirme en el escéptico orgulloso que soy hoy. Y, simplificándolo mucho, todo gracias a un numerario del Opus Dei que me quería captar para su secta. Irónico, ¿no?

lunes, 11 de julio de 2016

El señor de las moscas

En el libro de religión de 5º ó 6º de E.G.B. leí un pasaje de una novela protagonizada por niños de aproximadamente mi edad, que me llamó poderosamente la atención. Era "El señor de las moscas", del escritor inglés William Golding, galardonado con el Premio Nobel de literatura en 1983. Esa Navidad, el único regalo que pedí fue un ejemplar del texto completo para poder leer toda la historia que me había cautivado en unos pocos párrafos. Y aunque la narración contiene momentos sobrecogedores de tensión, angustia y casi diría que terror, quizás no demasiado aptos para la mente aún en desarrollo de un chiquillo, el argumento es tan apasionante de principio a fin que enseguida se convirtió en uno de mis libros favoritos de todos los tiempos. Un imprescindible en cualquier biblioteca que se precie.

El señor de las moscas
© sundazed - Flickr

viernes, 8 de julio de 2016

Séptimo mandamiento, no robarás

Habíamos cargado el coche hasta mucho más allá de su capacidad, rozando los límites de estabilidad y seguridad aceptables, encajando sobre la baca maletas, bolsas y bultos inclasificables en un tetris perfecto, y cubriéndolo todo con una vieja manta tensada sobre el vehículo con varias cinchas elásticas, siguiendo el ritual que ejecutábamos dos veces al año, el primer y último día de vacaciones.

Séptimo mandamiento, no robarás
Jugando al tetris sobre la baca del coche

Tras un mes de veraneo en Salou volvíamos por fin a casa. Pero mis padres querían asistir a misa antes de irnos, así que nos acercamos hasta la iglesia con el coche completamente preparado para marchar en cuanto terminase la ceremonia y aparcaron cerca de la entrada, supongo que actuando de buena fe, pensando que nadie se iba a molestar en robar en un viejo coche a las puertas de un lugar sagrado. ¡Qué ingenuos!

Afortunadamente, un vecino se percató de la situación, se acercó a mis padres y les dijo que ni se nos ocurriera dejar el coche allí sin vigilancia, que cuando saliésemos de misa ya no quedaría nada para llevar de vuelta a Zaragoza. Fue muy amable por su parte al avisarnos, y además sus palabras tuvieron dos consecuencias muy beneficiosas, por una parte volvimos a casa con todas nuestras pertenencias, y por otra nos libramos de media hora de soporífero sermón.

lunes, 4 de julio de 2016

El patio de mi casa es particular

"El patio de mi casa es particular, cuando llueve se moja como los demás. Agáchate, y vuélvete a agachar, que..". ¡Espera!, un momento por favor, rebobina, ¿qué tiene de particular si se moja como los demás? Esa era la gran duda que me entraba de pequeño cada vez que oía o entonaba esta popular canción infantil.

El patio de mi casa es particular
© José Luis Filpo - Wikimedia Commons

Hasta que un día descubrí que la palabra particular tiene varios significados en nuestro idioma, y el hecho es que el que yo interpretaba como correcto en la canción no era el acertado según el contexto de la misma. Y, por cierto, ni siquiera era la primera acepción en el diccionario de la Real Academia Española:
particular
Del lat. particulāris
1. adj. Propio y privativo de algo, o que le pertenece con singularidad.
2. adj. Especial, extraordinario, o pocas veces visto en su línea.
etc.