viernes, 30 de mayo de 2014

Un chaval que se lo curra

Volvía a casa en el metro charlando con un compañero de trabajo cuando nos distrajo un chaval que, hablando en voz alta, recorría a grandes zancadas varios vagones de un extremo al otro. Al principio no nos percatamos de qué decía exactamente, simplemente pensamos que estaba pidiendo limosna como tantos otros. Pero de repente nuestros oídos se adaptaron al tono y cadencia de su voz y nos dimos cuenta de que estaba rapeando. Estuvo un buen rato recitando sin parar, más de cinco minutos, más allá de la parada en la que se bajó mi compañero y me dejó solo contemplando el espectáculo. Era un rap típico, con contenido social, quejándose de lo mal que está la sociedad, el trabajo, la política, la corrupción...

Un chaval que se lo curra
© willi_00 - Pixabay

Y cuando al fin terminó su discurso siguió paseándose por los vagones mientras pedía una y otra vez "unas monedillas pa'un chaval que se lo curra", "unas monedillas pa'un chaval que se lo curra", "unas monedillas pa'un chaval que se lo curra"... De tanto oir la misma retahíla casi parecía que estaba cantando de nuevo, y de hecho me recordó un artículo que había leído hacía poco sobre una ilusión auditiva que produce nuestro cerebro convirtiendo la repetición continuada de algún sonido, incluida la voz, en música.

lunes, 26 de mayo de 2014

Terrones de azúcar

Desde que tengo uso de razón he sido extremadamente goloso, aunque seguramente lo he sido desde mucho antes incluso. No tengo la fuerza de voluntad necesaria para decirle "no" a un dulce que me guste (¡afortunadamente no me gustan todos!), y una vez que empiezo una tableta de chocolate o una caja de galletas soy incapaz de detenerme hasta haber acabado completamente con ella.

Terrones de azúcar
© Humusak - Pixabay

De pequeño solía guardarme los terrones de azúcar, esos que venían envueltos en papel, para comérmelos más tarde a escondidas. Los ocultaba en el balcón, sobre un pequeño saliente que había en la parte superior de la puerta de entrada al salón. Mis preferidos eran los que contenían dos terrones de azúcar, pero tampoco hacía ascos a uno solitario. Cuando no había moros en la costa rescataba un terroncillo de mi particular despensa y lo masticaba con fruición, escuchando con inmensa satisfacción el crepitar de los cristales de azúcar al ser machacados entre mis dientes, y saboreándolo como si fuera la mayor delicatessen sobre la faz de la Tierra.

viernes, 23 de mayo de 2014

Bob Marley, Daft Punk, Camarón y otros chicos del montón

He hablado varias veces acerca de la gente que se dedica a ganarse la vida cantando y/o tocando algún instrumento en el metro, pero nunca he profundizado sobre los diferentes estilos musicales que te puedes encontrar.

Los que sólo cantan, normalmente acompañados por alguna melodía pregrabada, son muy pocos en comparación con los que tocan. Y sin duda entre estos últimos la guitarra es el instrumento por excelencia, gana por goleada a cualquier otro. Pero la guitarra es tan versátil que todo lo que escuchas es diferente. Está el chico de la estación de "Plaza de Castilla" que improvisa con su guitarra eléctrica increíbles variaciones sobre temas populares muy conocidos, o el pésimo imitador de Bob Marley de "Guzmán el Bueno" que apenas sin voz anda siempre rasgando su vieja guitarra como perdido en su propia isla caribeña, o el que entra en un bucle infinito tocando sin parar el gran éxito Get Lucky de Daft Punk en "Plaza de España", y como no, no podían faltar los cantaores aspirantes a Camarón que guitarra en mano recorren el interior del metro obligándote a escuchar sin rechistar su arte flamenco.

Bob Marley, Daft Punk, Camarón y otros chicos del montón
© zokuga - Flickr

Sin embargo, lo que más triunfa entre los usuarios del metro es lo diferente, y eso suele significar artistas que no tocan la guitarra. Ya hablé en su día del abuelo violinista que me cautivó con sus clásicos. Pues los últimos que lo han hecho son una pareja de hombres de Europa del este que tocaban a dúo el acordeón y el saxofón, improvisando temas de Jazz tan marchosos que te entraban ganas de ponerte a bailar allí mismo. Chapó.

lunes, 19 de mayo de 2014

Gomaespuma

En la guardería había un chico en mi clase que tenía algún tipo de discapacidad intelectual, no recuerdo bien si era Síndrome de Down o algún otro problema de esa índole. Pero a todos los efectos era un compañero más y participaba en todas las actividades con normalidad, salvo por el hecho de que tenía la insana costumbre de llevarse todo a la boca. Que conste que no achaco su comportamiento a su discapacidad, porque mi hermana pequeña tiene Síndrome de Down y nunca ha hecho nada semejante.

Gomaespuma
© Johan - Wikimedia Commons

El caso es que si por ejemplo estábamos haciendo trabajos manuales con plastilina, ésta acababa irremediablemente convertida en una pasta viscosa dentro de su boca. Y cuando después de comer apagaban las luces y nos echábamos una pequeña siesta tumbados en las colchonetas de gomaespuma, se las apañaba para ir sacando poco a poco el relleno de su funda y degustarlo con pasión. No se yo, pero me da que no era un postre muy saludable.

viernes, 16 de mayo de 2014

Visca el Barça

No soy muy futbolero, es más, no soy nada futbolero. Obviamente se que casi todos los fines de semana hay fútbol (y quiniela), pero no me suelo enterar de si hay partidos de Liga, Copa o Champions un día cualquiera entre semana hasta que no veo los resultados en las noticias o escucho a algún compañero comentando lo bien o lo mal que lo ha hecho su equipo. Sin embargo ya no es así, si el Real Madrid juega en casa me entero quiera o no quiera. Cuando monto en el metro al salir de la oficina está repleto de hinchas de ambos equipos que se dirigen al estadio a animar a sus jugadores. Nunca he visto el metro tan abarrotado como en esas ocasiones, parecemos sardinas en lata, y de hecho huele a sardinas en lata. Es un alivio cuando al fin llegamos a la estación del Santiago Bernabéu y el vagón se queda prácticamente vacío.

Visca el Barça
© eyad86 - Flickr

No soy muy futbolero, pero en competiciones nacionales al Real Madrid no lo puedo ver ni en pintura, por mi que pierda siempre, soy más del Barça. No soy muy futbolero, pero en competiciones internacionales tampoco soy anti madridista a muerte como algunos descerebrados, por mi que los equipos españoles ganen siempren.

lunes, 12 de mayo de 2014

¡Agua va!

Desde el balcón de casa, situado a seis pisos sobre el nivel de la calle, se tenía una buena vista, sobre todo en aquellos tiempos en que el barrio La Jota aún podía considerarse periférico a la ciudad y no estaba excesivamente urbanizado. Pero mi hermano mayor, Daniel, debía pensar que lo mejor era la sensación de poder e impunidad que te otorgaba esa posición elevada.

¡Agua va!
© dsc828 - Flickr

Un día llenó una bolsa de plástico con agua, se asomó, apuntó y la dejó caer sobre un hombre que estaba parado en la acera justo debajo de nosotros. Pareció como si la bolsa cayese a cámara lenta mientras seguíamos embelesados con la mirada su trayectoria letal, hasta que dio de lleno en la calva del pobre señor. Antes de que mirase para arriba en busca del responsable nos refugiamos dentro de casa, yo nervioso por el subidón de adrenalina del que se siente culpable y mi hermano riéndose a carcajadas. Creo que no era la primera vez que hacía algo así.

viernes, 9 de mayo de 2014

Servicio interrumpido

Siempre me ha maravillado lo bien que funciona el servicio de transporte del metro. Nunca espero un tren más de 3 ó 4 minutos, al menos en las horas punta, que es cuando suelo cogerlos yo. Es como la maquinaria de un reloj, preciso y lleno de engranajes bien engrasados. Pero como todo sistema complejo también tiene sus fallos y averías, ya sean por causas mecánicas o humanas.

Servicio interrumpido
© Presidencia Perú - Flickr

A veces el convoy se demora en alguna estación más de lo habitual, pero mientras no suene en los altavoces un mensaje de aviso diciendo "disculpen las molestias, por causas técnicas el servicio queda interrumpido durante X minutos" no hay de qué preocuparse. Lo peor que puede suceder es que la línea esté cortada y tengas que buscar otra ruta para llegar a tu destino, sobre todo si eres de fuera como yo y no conoces todas las alternativas posibles, o al menos la mejor alternativa. Un mal menor es encontrarte con que no funcionan las escaleras mecánicas, lo que sucede más habitualmente de lo que me hubiera imaginado. A veces simplemente están paradas y han puesto un cartelito delante informándote de que está averiada, y otras directamente te la encuentras desmantelada porque están llevando a cabo alguna tarea de mantenimiento. Es espectacular ver una escalera mecánica totalmente desmontada, como si fueran las orugas de una docena de tanques desarticuladas y apiladas en un rincón. En ambos casos, si hay una escalera mecánica de subida y otra de bajada, da igual cuál de las dos esté averiada, como es lógico la que permanece en funcionamiento se habilita para la gente que sube. Y en cualquier caso siempre te quedan las escaleras normales, o los ascensores.

lunes, 5 de mayo de 2014

Un par de pistolas

Mi padrino, también tío y tocayo mío, estuvo viviendo muchos años con su familia en Madrid. Una vez, estando de visita en su casa, me enviaron a la calle a comprar el pan. Me dijeron: "pide un par de pistolas, que aquí las barras de pan se llaman así". Pero yo me quedé muy mosqueado, ¿me estaban tomando el pelo para que hiciera el ridículo en la tienda y poder reírse un poco a mi costa?

Un par de pistolas
© cocoparisienne - Pixabay

Con reticencia bajé a la panadería, que estaba muy cerca en la misma calle, y mientras aguardaba mi turno me iba poniendo cada vez más y más nervioso. Cuando por fin me tocó pedir, dudé un instante si llamar al pan pan y al vino vino, pero finalmente seguí las instrucciones de mi tío al pie de la letra.. y respiré con alivio cuando vi como me servían lo que había solicitado.

Lo más curioso es que el panadero me caló en seguida y me preguntó si era de Zaragoza. Creo que es la única vez en la vida que alguien ha adivinado mi lugar de procedencia sólo con escucharme hablar, quizás con los nervios me salió ese acento maño tan cerrado que todos mis paisanos llevan dentro, yó ínclúídó.

viernes, 2 de mayo de 2014

El pirata mala pata

Me he cruzado varias veces con un tipo que recorre los vagones del metro pidiendo limosna, arrastrándose entre la gente a duras penas con un par de muletas. Es bajito, luce una barba tupida y lleva un gorro oscuro de lana calzado hasta las cejas. Parece un marinero curtido en mil tempestades, salido de algún comic de Tintín. La última vez que le vi llevaba las perneras del pantalón remangadas dejando al descubierto sus piernas, o más bien, dejando al descubierto su falta de piernas. Yo había mal pensado que las muletas eran mero utillaje para dar más realismo y dramatismo a su personaje, pero me equivocaba. En vez de piernas de carne y hueso tiene un par de piernas ortopédicas. Una no es más que una barra de metal cilíndrica que se ajusta a su muñón y se pierde en la oscuridad de su zapato, pero la otra tiene más volumen, una estructura plástica de color carne que imita una pantorrilla de verdad. No es un marinero corriente al fin y al cabo, sino el pirata mala pata.

El pirata mala pata
© Nemo - Pixabay