lunes, 12 de mayo de 2014

¡Agua va!

Desde el balcón de casa, situado a seis pisos sobre el nivel de la calle, se tenía una buena vista, sobre todo en aquellos tiempos en que el barrio La Jota aún podía considerarse periférico a la ciudad y no estaba excesivamente urbanizado. Pero mi hermano mayor, Daniel, debía pensar que lo mejor era la sensación de poder e impunidad que te otorgaba esa posición elevada.

¡Agua va!
© dsc828 - Flickr

Un día llenó una bolsa de plástico con agua, se asomó, apuntó y la dejó caer sobre un hombre que estaba parado en la acera justo debajo de nosotros. Pareció como si la bolsa cayese a cámara lenta mientras seguíamos embelesados con la mirada su trayectoria letal, hasta que dio de lleno en la calva del pobre señor. Antes de que mirase para arriba en busca del responsable nos refugiamos dentro de casa, yo nervioso por el subidón de adrenalina del que se siente culpable y mi hermano riéndose a carcajadas. Creo que no era la primera vez que hacía algo así.

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