viernes, 31 de octubre de 2014

Cantando bajo la lluvia

Hubo un tiempo, cuando el barrio donde pasé mi primera infancia aún podía considerarse joven y cuasirural, en el que su arteria principal permanecía todavía sin asfaltar. Cada día recorríamos a pie la Avenida de la Jota para ir de casa al colegio y viceversa, lo cual no era en sí ningún problema, pero los días lluviosos de otoño la convertían en un barrizal y en toda una aventura para nosotros. Con extrema dificultad nos enfundábamos las ajustadas botas de agua y, confiados en la seguridad adicional que nos proporcionaban, disfrutábamos todo el camino corriendo, girando, bailando y saltando de charco en charco. Sólo nos faltaba cantar bajo la lluvia como Gene Kelly.

Cantando bajo la lluvia
© gonzalez-alba - Flikr

Inevitablemente acabábamos siempre con los pies igual de empapados que si no lleváramos ninguna protección. Puede ser que hubiera pequeñas filtraciones en el material plástico del calzado, o simplemente que, con tanto brinco y salpicadura, el agua terminaba colándose igualmente por su abertura superior. Pero aunque el resultado final fuera el mismo con botas que sin ellas, sólo teníamos permiso para practicar el ritual del chapoteo cuando las llevábamos puestas.

martes, 28 de octubre de 2014

Uno más en la familia

Mi hermano pequeño nació el 28 de octubre de 1982, el mismo día en que el PSOE ganó las elecciones generales y Felipe González se convirtió en el tercer presidente del Gobierno de España desde nuestro regreso a la democracia. Un par de noches antes mis padres estaban viendo un mitin suyo en la tele, entré al salón para darles un beso e irme a la cama, pero me quedé unos minutos de más escuchando el discurso totalmente embelesado. Fue una premonición, no tuve ninguna duda de que ese hombre iba a ganar.

Uno más en la familia
© jill111 - Pixabay

Supongo que influenciados por la proximidad de los comicios hicimos un sorteo en casa para decidir el nombre del nonato. Cada uno escribió en un papel un nombre de chico y en otro uno de chica, ya que entonces aún no estaba extendido el uso de las ecografías para conocer el estado y el sexo del bebé, y una mano inocente eligió uno de cada. Creo que yo puse Carlos y Rosana. No recuerdo qué nombre de niña resultó agraciado, pero el de niño fue Jesús, el que había elegido mi hermano Rubén.

El día de las elecciones generales mi madre se puso de parto y mi padre la llevó al hospital. El resto nos quedamos en casa con mi tía Jovita y, después de una tensa espera, el teléfono del pasillo sonó por fin a las tres en punto de la tarde para darnos la buena nueva. El bebé era niño, rubio y de ojos azules, como había vaticinado mi prima Almudena. Jesús, el cuarto hermano varón, mi hermana se resistiría a llegar durante unos cuantos años más.

Y si ya entonces en el barrio se oían voces murmurando que algunas mujeres parían como conejos, en clara alusión a nuestra familia numerosa y a alguna más como la de mi amigo José Javier, que tuvo una hermana pequeña más o menos por la misma época, me hubiera gustado saber qué pensaban cuando al fin llegó mi hermana. Pero esa es otra historia, y para entonces ya vivíamos en otro barrio.

viernes, 24 de octubre de 2014

Más rápido que el rayo

Siempre me ha gustado correr y saltar. De pequeño, solía pasar la mayor parte del recreo corriendo por el patio del Colegio La Jota junto a mi amigo Miguel Ángel, zigzagueando de un lado para otro y cruzándonos una y otra vez como si dibujáramos figuras geométricas con la estela imaginaria que dejábamos a nuestro paso, o simplemente echando carreras para ver quién era más rápido.

Más rápido que el rayo
© J. Brichto - Wikipedia

Yo me creía muy veloz, más rápido que el rayo, pero pronto me di cuenta de que no era así. Fue un día que, como tantas otras veces, habíamos ido en familia a disfrutar de una jornada al aire libre en los Pinares de Venecia. Mi padre estaba jugando a encorrerme y yo estaba seguro de que, a pesar de la diferencia de tamaño y edad, no sería capaz de alcanzarme. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando comprobé que, tan solo con unas pocas zancadas, me atrapaba una y otra vez sin apenas esforzarse. La diferencia era tan abismal que me dejó impactado.

Lo cierto es que nunca he sido un gran velocista, mi especialidad eran distancias más largas, no en vano durante mi época de atleta obtuve mis mejores resultados en las pruebas de 800 y 1.500 metros lisos. Pero quizás tenía que haberme dado cuenta antes, tal vez cuando en el patio de recreo Miguel Ángel me ganaba todos los sprints que disputábamos juntos.

lunes, 20 de octubre de 2014

Comida basura

Como mínimo una vez al año intentábamos juntarnos con mis primas para degustar en familia una enorme y deliciosa hamburguesa. No es que necesitáramos ninguna excusa, pero nuestros padres tenían una perfecta, celebrar varios de nuestros cumpleaños de golpe y porrazo, y encima sin tener que manchar nada en casa.

Comida basura
© skeeze - Pixabay

No íbamos a ningún local de comida rápida, que en aquel entonces todavía no estaban de moda, sino que reservábamos mesa en el Burger Paco de la calle Alfonso, al lado de la Plaza del Pilar, un sitio de los de antes, todo un clásico. Allí nos deleitábamos con una hamburguesa fabricada a mano con mucho mimo, y personalizada al gusto de cada uno. Yo siempre me pedía la completa, con todos los ingredientes, y creo que no he probado nada ni remotamente parecido en ningún otro establecimiento en toda mi vida.

Algunos años después inauguraron el primer MacDonald's de Zaragoza, un local de dos plantas en plena Plaza de España. Un día mis padres nos llevaron allí para que probáramos sus famosas hamburguesas, y la decepción que nos llevamos fue monumental. Una vez que nos sirvieron el pedido, nos acomodamos en una mesa de la planta superior. Nuestra expectación era total, allí reunidos en torno a las cajitas de cartón que mantenían a raya e intactas todas nuestras ilusiones, pero al echar un vistazo al contenido se nos cayó el alma a los pies y no sabíamos si reír o llorar.

La famosa hamburguesa consistía en un mini bocadillo diminuto, la cuarta parte de aquello a lo que estábamos acostumbrados, y al margen de una raquítica loncha de queso no recuerdo que tuviera más ingredientes. Desde luego no se parecía en nada a los carteles publicitarios. La engullí de un par de bocados y me quedé con hambre, aunque al menos tengo que admitir que estaba bastante buena. No obstante, totalmente indignado, prometí no volver a comer nunca más en un MacDonald's y, salvo en un par de honrosas excepciones, lo he cumplido a rajatabla.

viernes, 17 de octubre de 2014

De pobres no salimos

Un día mis padres me habían mandado a hacer algún recado a una tienda del barrio cuando, horrorizado, me percaté de que por el camino había perdido el billete de 100 pesetas que me habían confiado para pagar. Quizás ahora parezca poco dinero, al fin y al cabo equivalen a sólo.. ¡60 céntimos de euro!, pero en aquella época daban para mucho, aunque eso si, 100 pesetas más en el bolsillo no te sacaban de pobre.

De pobres no salimos
Billete de 100 peseta

Como es natural mi madre se enfadó muchísimo por el descuido y me tuvo rastreando toda la zona junto a mis hermanos durante un buen rato para ver si lo encontrábamos, aunque obviamente el billete nunca apareció. Así que, como castigo para que la próxima vez tuviera más cuidado, y para que comprendiera el valor del dinero y el esfuerzo que cuesta ganarlo, me quedé sin chucherías después de la misa de niños de los domingos durante una buena temporada.

Seguramente aprendí la lección, porque con el tiempo me convertí en el más ahorrador de mis hermanos, e incluso en más de una ocasión me pidieron dinero prestado para afrontar sus gastos o darse algún capricho adicional cuando ya se habían gastado su asignación semanal.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Ebola in town

Hace unos días saltaba la noticia menos deseada del momento, una enfermera del hospital Carlos III de Alcorcón, Teresa Romero, se había contagiado de ébola mientras cuidaba de un religioso español que el Gobierno había repatriado desde África y que, a pesar de todo el despliegue y los medios occidentales, murió finalmente a causa del letal virus. El primer caso de un contagio fuera del continente africano en todo el mundo, ¡bien por España! La alarma social provocada por el desconocimiento y las noticias sesgadas o partidistas no tardó mucho en propagarse más rápidamente que el propio ebolavirus.

Ebola in town
© cdcglobal - Flickr

Y al día siguiente vi lo que nunca había visto hasta ese momento ni en el metro ni en ningún otro sitio, una mujer protegiendo sus vías respiratorias con una mascarilla médica se subía al vagón el que viajaba yo. Sé que es algo típico en Japón, cuando una persona está acatarrada o con gripe suele ponerse una mascarilla para minimizar al máximo el riesgo de contagiar al resto de conciudadanos que transitan por la calle. Tienen un nivel de concienciación social y ciudadana infinitamente más elevado que el nuestro. Pero esta señora no era japonesa, y yo no había visto nunca nada ni remotamente parecido en España. Puede ser casualidad, pero toparme con esa inusual estampa justo al día siguiente de la terrible noticia desde luego daba que pensar, debía de tratarse de una persona extraordinariamente paranoica o hipocondríaca. Aunque en descargo del resto de la sociedad debo señalar que también es cierto que fue el único caso con el que me encontré durante toda la crisis del ébola.

Banda sonora: Ebola in town de D-12, Shadow y Kuzzy of 2 Kings, arrasando en las listas de éxitos de Liberia (descubrí la canción a través de un documental sobre el Ébola que nos puso la profesora en clase de inglés).


Actualización: Afortunadamente Teresa Romero consiguió salvar su vida y superar la enfermedad, ¡enhorabuena, nos alegramos todos por tí!

domingo, 12 de octubre de 2014

Baturro de los pies a la cabeza

El 12 de octubre es el aniversario del histórico descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón, y no es precisamente coincidencia que en esa fecha se celebre la Fiesta Nacional de España, también conocida como Día de la Hispanidad. Pero para los maños todas esas denominaciones y efemérides quedan relegadas a un segundo plano, porque el 12 de octubre no es ni más ni menos que el día de la Virgen del Pilar, patrona de la ciudad de Zaragoza.

Baturro de los pies a la cabeza
© Comisión de fiestas de Jaraba - Flickr

Hace muchos años, cada 12 de octubre me vestía el traje de baturro que, al margen de ese día, únicamente desempolvaba para bailar durante el festival de final de curso de mis clases de Jota. Los primeros años la idea surgía de mi madre, me ayudaba a vestirme y después me mandaba a casa de mis tíos, cuatro pisos más abajo, para que vieran lo guapo que estaba. Mi tía Jovita solía darme una pequeña propina, por lo que subía a casa muy contento. Los últimos años era yo el que insistía en enfundarme el mismo traje regional, varias tallas más pequeño que lo ideal, y bajaba a ver a mi tía esperando recibir una vez más una pequeña recompensa económica.

viernes, 10 de octubre de 2014

Presumiendo de mamá

Cuando empecé a ir al colegio me encantaba que mi madre viniese a buscarme a la hora de la salida. Rápidamente me acercaba a ella y, sin ningún atisbo de vergüenza, le plantaba un enorme beso en la cara mientras le daba un fuerte abrazo delante de todos mis compañeros. Después, cogidos de la mano, nos íbamos juntos hacia casa con una sonrisa de oreja a oreja, mientras yo, henchido de orgullo, rememoraba las palabras que me había dicho una chica de mi clase durante los primeros días del curso: "¡qué mamá tan joven tienes!".

Presumiendo de mamá
© DGlodowska - Pixabay

lunes, 6 de octubre de 2014

Ojos que no ven, corazón que no siente

Estábamos en una calle poco transitada situada en un lateral de la iglesia-guardería del barrio. Mi padre me ayudaba a mantener el equilibrio sujetando con fuerza la vieja BH, de la que previamente había retirado los dos ruedines que venía utilizando hasta entonces. La bicicleta había pertenecido a mi hermano mayor, pero acabé heredándola yo cuando se le quedó pequeña y le compraron una versión más grande del mismo modelo.

Ojos que no ven, corazón que no siente
© Antranias - Pixabay

Comencé a pedalear, bamboleándome, inestable, ganando velocidad y la vertical poco a poco mientras mi padre seguía mi estela sin soltarme. Habría recorrido unos 50 metros cuando sentí que la euforia me inundaba, ¡lo había conseguido! Volví ligeramente la cabeza para cruzar una mirada de complicidad con mi padre y compartir con él ese momento tan especial, y entonces lo vi de pie allí a lo lejos, a unos 40 metros de mi, casi en el mismo punto donde habíamos empezado juntos aquella trepidante aventura. Había dado mi primer paseo en bici de dos ruedas sin ninguna ayuda más allá de la red de seguridad que me proporcionaba el convencimiento de que mi padre se encontraba a mi lado.

La euforia dejó paso a la indignación, me sentía traicionado, así que no tardé en perder la concentración, y con ella el equilibrio, y me fui al suelo de bruces. Pero la verdad es que ya había comenzado a interiorizar la mecánica de montar en bici y la siguiente vez fue mucho más fácil.

viernes, 3 de octubre de 2014

10 años pasan volando

Hoy es mi cumpleaños.. ¡40 primaveras ya! Para celebrarlo, a partir de ahora voy a publicar dos entradas semanales en el blog, porque me gustaría terminar de escribir estos recuerdos de mi infancia antes de empezar a hacerme realmente mayor. La idea es acabar antes de finales del año que viene, ya que para la Navidad de 2015 tengo pensada una pequeña sorpresa que ya desvelaré a su debido tiempo.

10 años pasan volando
© Hans - Pixabay

Es curioso como, personas que han pasado por tu vida de refilón, casi de puntillas, sobre las que no recuerdas demasiados aspectos concretos, han podido influenciarte o dejarte huella de alguna manera, por ejemplo con una frase grabada a fuego en tu mente que te acompaña el resto de tu vida. A mi me sucede con un profesor que tuve en 4º de E.G.B. No recuerdo su nombre, ni su cara, ni nada concreto de lo que nos enseñó durante todo un año. Pero si recuerdo que un día, ya hacia finales de curso, nos dijo: "ahora tenéis 10 años, ¿a que se os han pasado volando?, pues antes de que os déis cuenta habrán pasado otros 10 y tendréis ya 20 años".

La verdad es que recuerdo sus palabras a menudo, el tiempo pasa muy rápido, y sobre todo las tengo bien presentes cada vez que dejo atrás otra década. Es como una especie de maldición, me acordé de él cuando cumplí los 20, cuando llegué a los 30, y también ahora que he alcanzado los 40. Si, se me ha pasado el tiempo volando, así que me pregunto: "¿antes de que me de cuenta habrán pasado otros 40 y tendré ya 80 años?". No me importa cumplir años, pero esperemos que no, que los 80 tarden un poco más en llegar, pero eso si, que lleguen, y que sea con salud, cualquier otra alternativa sería sin duda peor.