viernes, 31 de octubre de 2014

Cantando bajo la lluvia

Hubo un tiempo, cuando el barrio donde pasé mi primera infancia aún podía considerarse joven y cuasirural, en el que su arteria principal permanecía todavía sin asfaltar. Cada día recorríamos a pie la Avenida de la Jota para ir de casa al colegio y viceversa, lo cual no era en sí ningún problema, pero los días lluviosos de otoño la convertían en un barrizal y en toda una aventura para nosotros. Con extrema dificultad nos enfundábamos las ajustadas botas de agua y, confiados en la seguridad adicional que nos proporcionaban, disfrutábamos todo el camino corriendo, girando, bailando y saltando de charco en charco. Sólo nos faltaba cantar bajo la lluvia como Gene Kelly.

Cantando bajo la lluvia
© gonzalez-alba - Flikr

Inevitablemente acabábamos siempre con los pies igual de empapados que si no lleváramos ninguna protección. Puede ser que hubiera pequeñas filtraciones en el material plástico del calzado, o simplemente que, con tanto brinco y salpicadura, el agua terminaba colándose igualmente por su abertura superior. Pero aunque el resultado final fuera el mismo con botas que sin ellas, sólo teníamos permiso para practicar el ritual del chapoteo cuando las llevábamos puestas.

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