viernes, 8 de julio de 2016

Séptimo mandamiento, no robarás

Habíamos cargado el coche hasta mucho más allá de su capacidad, rozando los límites de estabilidad y seguridad aceptables, encajando sobre la baca maletas, bolsas y bultos inclasificables en un tetris perfecto, y cubriéndolo todo con una vieja manta tensada sobre el vehículo con varias cinchas elásticas, siguiendo el ritual que ejecutábamos dos veces al año, el primer y último día de vacaciones.

Séptimo mandamiento, no robarás
Jugando al tetris sobre la baca del coche

Tras un mes de veraneo en Salou volvíamos por fin a casa. Pero mis padres querían asistir a misa antes de irnos, así que nos acercamos hasta la iglesia con el coche completamente preparado para marchar en cuanto terminase la ceremonia y aparcaron cerca de la entrada, supongo que actuando de buena fe, pensando que nadie se iba a molestar en robar en un viejo coche a las puertas de un lugar sagrado. ¡Qué ingenuos!

Afortunadamente, un vecino se percató de la situación, se acercó a mis padres y les dijo que ni se nos ocurriera dejar el coche allí sin vigilancia, que cuando saliésemos de misa ya no quedaría nada para llevar de vuelta a Zaragoza. Fue muy amable por su parte al avisarnos, y además sus palabras tuvieron dos consecuencias muy beneficiosas, por una parte volvimos a casa con todas nuestras pertenencias, y por otra nos libramos de media hora de soporífero sermón.

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