viernes, 1 de julio de 2016

Mecano

Mecano era con diferencia mi grupo de música favorito, Es cierto que a veces sus letras no estaban muy elaboradas y dejaban un poco que desear, como bien apuntaba mi amigo Miguel Ángel para burlarse de mi gusto musical. Desde luego, "no hay marcha en Nueva York, y los jamones son de york" no pasará a los anales de la historia como una de sus mejores rimas. Pero en conjunto me gustaba su estilo, sus melodías, y sobre todo su cambio de registro cuando José María Cano empezó también a componer para el grupo y lanzaron en 1986 el disco "Entre el cielo y el suelo". "Hijo de la Luna", "Cruz de navajas", "Me cuesta tanto olvidarte".. son himnos imperecederos.

Mecano
Mi primer CD

En 1987, después de volver del campamento de verano en Broto, vi ese álbum expuesto en una tienda y no pude resistir la tentación de comprármelo, a pesar de que sabía que no iba a poder escucharlo en una larga temporada. Era mi primer CD, pero por aquel entonces en casa aún no teníamos un lector de Compact Disc. No me importaba, me sabía todas las canciones de memoria. Bueno, más o menos, porque en el campamento sonaba mucho ese disco y recuerdo que una chica me señaló con el dedo mientras le cantaba a otra "elijo primero que le engendres a él". No sé qué me sorprendió más, si el dedo acusador o la estrofa elegida. Cuando más tarde descubrí que la canción realmente dice "el hijo primero que le engendres a él", tampoco se disiparon mis dudas.

El concierto de La Romareda de 1989 me pilló aún demasiado joven como para obtener el visto bueno de mis padres, pero no así los dos siguientes que dieron en la Plaza de Toros en los años posteriores. El lleno fue absoluto, como era habitual tratándose de Mecano, pero tuve suerte y conseguí un par de entradas, y encima gratuitas, porque el encargado de seguridad de la plaza durante los conciertos era hijo de una amiga de mi madre. Con dos entradas en mi haber y Miguel Ángel renegando del grupo, invité a mi amigo y vecino José Pedro a acompañarme.

Mi intención era situarme de pie en la arena, lo más cerca posible del escenario, y disfrutar de una experiencia inmersiva única e irrepetible. Pero, cuando estábamos en la fila de acceso a la plaza, José Pedro se encontró a dos conocidas y decidió que debíamos acompañarlas. Supongo que buscaba algo más que sólo acompañarlas. El caso es que yo podía elegir entre ayudarle en su objetivo de caza y captura, renunciando a mi plan original, o disfrutar como pudiera del concierto en solitario, haciéndome un hueco entre una multitud de desconocidos que iban a estar saltando, empujando y sudando durante horas. Así que finalmente acabamos los cuatro sentados en un lateral de las gradas.

Cuando, después de una larga y aburrida espera, por fin aparecieron los integrantes del grupo y Ana Torroja comenzó a cantar y a moverse torpemente por el escenario, como era habitual en ella, se me pasó el disgusto ipso facto. No me lo podía creer, era impresionante estar allí, tan cerca de mis ídolos musicales, viéndolos en directo y escuchando las canciones que habían marcado toda mi vida. Canté, bailé y aplaudí como si no lo hubiera hecho nunca antes.. y en cierto modo así era, pues al fin y al cabo era el primer concierto al que asistía. Y después de dos intensas horas de espectáculo, me fui a casa con una sensación de satisfacción enorme, que aún era un poco más placentera por el simple hecho de que José Pedro no había conseguido engatusar a ninguna de sus amigas.

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