lunes, 22 de septiembre de 2014

Después de la tormenta llega la calma

Después de los últimos retales de mi infancia, repletos de tantos golpes, heridas y magulladuras, la siguiente historia tenía que ser por fuerza un remanso de paz y tranquilidad, el merecido descanso del guerrero. En realidad son dos historias en una, dos situaciones que tenían en común diversos sonidos envolventes alrededor de mi cabeza, como ruido blanco que anestesiaba mi cerebro, y que recuerdo con especial cariño y añoranza porque me producían tal relax que, habitualmente, terminaba por quedarme profundamente dormido.

Después de la tormenta llega la calma
© maong - Flickr

La primera situación se producía cuando, durante mi baño semanal, me recostaba en la bañera cubierto por un caldo caliente y dejaba correr el agua de la ducha sobre mi pelo, formando una película de líquido y ruido que abrazaba mi cabeza taponando mis oídos y aislándome del mundo exterior.

La segunda situación se daba en la peluquería del barrio cuando, después de lavar y cortar mi aún por entonces liso pelo y modelar mis largas patillas, el peluquero se preparaba para rematar la faena con el secador de mano, formando una película de aire y ruido que abrazaba mi cabeza taponando mis oídos y aislándome del mundo exterior. El efecto en ambos casos se acentuaba si cerrabas los ojos, entonces estabas perdido y ya podías encomendarte a los brazos de Morfeo.

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