viernes, 4 de diciembre de 2015

Hormonas desbocadas

Nunca me he comprado una revista porno pero, en plena adolescencia, con las hormonas totalmente desbocadas, varios compañeros del colegio atesoraban algunos ejemplares que iban pasando de mano en mano. Viruete, un chico de la otra clase un tanto perturbado, aunque inofensivo, me dejó en una ocasión una de esas revistas para que la ojeara tranquilamente en casa.

Hormonas desbocadas
© Australian Classification Board - Wikimedia Commons

No era porno propiamente dicho, no había escenas de sexo explícito, sólo aparecían mujeres desnudas mostrando sus enormes y desproporcionados pechos. Tan desproporcionados que ni siquiera me resultaban bonitos o atractivos, aunque sin duda deben de existir fetichistas que consumen ese tipo de contenidos, o simplemente no los habría.

Una vez en casa oculté la revista en una cajón de la mesa de estudio de mi cuarto, y de vez en cuando le echaba un vistazo rápido a escondidas. Una de esas veces oí que mi madre venía por el pasillo y volví a meter la revista rápidamente en el cajón, antes de que la viera. Pero captó un movimiento extraño por el rabillo del ojo y olió mi miedo en forma de feromonas. El sexto sentido de las madres entró en modo alerta y me preguntó: "¿qué tienes ahí?", "nada", mas ya era demasiado tarde.

Rebuscó, encontró el material y lo confiscó. Le confesé su procedencia y que tenía que devolverla, pero me dijo que si Viruete quería recuperar la revista tendría que dar la cara y venir él mismo a casa a buscarla, una humillación adicional que no estaba dispuesto a soportar. Así que un par de días después, aprovechando la ausencia de mis padres, rebusqué en el armario de su cuarto hasta localizar la publicación y se la devolví a su legítimo dueño. Prefería volver a enfrentarme a mi madre yo solo que hacer pasar ese mal trago a un amigo. La verdad es que al final tampoco fue para tanto y pronto quedó todo olvidado, al menos por mi parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario