viernes, 18 de diciembre de 2015

Organillo ambulante

Cuando hice la Primera Comunión recibí muchos obsequios, pero sólo dos fueron los regalos estrella. El primero fue una cámara de fotos AGFA Happy. No era una cámara normal como las que pedían los demás chicos. Había salido a la venta el año anterior con un concepto muy novedoso, al menos para mi que no había visto nunca nada parecido, ¡hacía las fotos mediante el gesto de abrir y cerrar la carcasa! Los anuncios de televisión donde se mostraba el funcionamiento cumplieron perfectamente su misión, porque me encandilaron de tal manera que se la pedí explícitamente a mis padres.

Organillo ambulante
Un gran intérprete - Dominio Público

El otro regalo estrella me lo compraron mis padres algo más adelante, usando el dinero que habían aportado familiares y amigos para celebrar mi gran día. Era un pequeño órgano electrónico de la marca Yamaha. Hacía tiempo que se me había antojado un instrumento de esas características, desde que mi amigo Miguel Ángel y yo pasábamos largos ratos aporreando las teclas del que tenía en su casa, intentando producir sonidos armónicos y melodiosos vulgarmente conocidos como música.

La cámara de fotos tuvo una vida útil muy corta. No es que se me rompiera o se perdiese, pero es que en la época de las cámaras analógicas, carretes, negativos y revelados en tienda, la fotografía era un hobby muy caro. Sin embargo, el teclado lo estuve usando durante muchos años, sacando de oído algunas melodías como las bandas sonoras de "Superman" o "2001: Una Odisea del Espacio", o copiando piezas inventadas por Miguel Ángel, al que, como casi todo lo que hacía, también se le daba bien la música.

Creyéndome un gran intérprete, solía sentarme en un rincón del patio de luces de mi casa a tocar, con el volumen al máximo y a la vista de todos los vecinos, que afortunadamente eran muy indulgentes y nunca me arrojaron encima ningún cubo de agua. Incluso un año en el colegio, para celebrar la Navidad de una forma especial y diferente, fui de clase en clase regalando mi escaso repertorio al resto de alumnos, por supuesto con la venia de los profesores, que tenían ya la vista puesta en las vacaciones. Está claro que en aquella época no tenía ni pizca de vergüenza, ni falta que me hacía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario