lunes, 25 de enero de 2016

Duelo de sables

En aquella época temprana en la que comenzábamos a tomar plena consciencia de nuestros cuerpos y empezábamos a descubrir y experimentar con cada rincón de los mismos sin avergonzarnos por ello, recuerdo una noche que nos acabábamos de acostar, y antes de conciliar el sueño nos pusimos a dar brincos sobre las camas simulando un duelo de sables. Sin duda una consecuencia derivada de la serie animada del momento, "D'artacán y los tres mosqueperros", salvo que a falta de palos de madera empleábamos nuestros pequeños atributos masculinos sujetos con la mano a modo de espada.

Duelo de sables
© Leelavathy B.M. - Wikimedia Commons

No sé si ese mismo día, u otro parecido en el que también andábamos montando follón en lugar de dormir, mis padres irrumpieron de repente en la habitación, zapatilla en mano, para intentar disolver por la fuerza aquella manifestación de energía infantil ilimitada no autorizada. Un zapatillazo, aunque picaba, no imponía demasiado, pero si como en alguna ocasión, desesperados, terminaban quitándose el cinturón, ya era gallo de otro cantar y lo mejor era obedecer ipso facto, acatando sin rechistar la represión de los adultos.

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