lunes, 11 de mayo de 2015

Alta traición

La fachada de la iglesia-guardería albergaba varios recovecos y terrazas amuralladas, provistas de canales de desagüe, situadas a diversas alturas fácilmente accesibles para pequeños monos trepadores como nosotros.

Alta traición
© Myrabella - Wikimedia Commons

Un día estábamos jugando en una de ellas cuando a mi prima Arancha le entraron unas incontenibles ganas de ir al baño. Sin pensárselo dos veces se bajó las braguitas e hizo aguas menores allí mismo. No nos escandalizamos en absoluto, no es que fuera lo habitual, pero desde luego no era la primera ni sería la última vez que alguno de nosotros aliviábamos nuestras necesidades fisiológicas delante de los demás. Salvo en mi caso quizás, ya que yo era bastante más reservado que mis hermanos y primas en lo concerniente a mi intimidad. El problema es que en algún momento posterior me fui de la lengua y se lo conté a Domingo, un amigo y compañero de clase.

Pocos días después volvíamos del colegio un grupo de unos cuantos compañeros, María Dolores y Domingo entre otros, cuando me di cuenta de que todos habían empezado a mirarme de forma extraña y a reírse entre ellos. No había dudas de que yo era el motivo de sus chanzas, más no sabía el por qué. Pero todo quedó aclarado cuando María Dolores me preguntó en voz alta, para que nadie perdiese detalle, que si solía espiar a mis primas cuando estaban en sus momentos más íntimos.

Mientras me ponía rojo de vergüenza, intenté farfullar una excusa y quitarle importancia, pero ellos siguieron con sus risas y sus crueles comentarios. Fracasado mi intento de explicación, fulminé a Domingo con la mirada, y me adelanté hacia casa solitario y completamente abochornado. Tardé mucho tiempo en volver a dirigirles la palabra.

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