lunes, 14 de abril de 2014

Dancing queen

Cuando era pequeño siempre andaba corriendo de un lado para otro, trepando a árboles, muros y farolas, y saltando cuantos obstáculos se me pusieran por delante, ya fuera un banco del parque, un seto, o algún compañero del colegio sentado en el suelo del recreo. Viéndolo con retrospectiva es un auténtico milagro que nunca me rompiera ningún hueso. La lesión más grave que tuve en aquella época fue una luxación del hombro, pero la forma en que me la hice no tuvo nada que ver con mi hiperactividad.

Era el día de Nochebuena y mi madre había puesto una cinta de villancicos en el radiocasete para crear ese ambiente navideño que tanto le gusta. Estaba bailando con mi hermano mayor en el salón cuando de repente tropezamos, perdimos el equilibrio, y caímos sobre el sofá. Yo quedé atrapado debajo y al liberarme empecé a resentirme y a quejarme de un dolor muy intenso en el brazo. En otras circunstancias no debía de ser especialmente llorón, por lo que mis padres me llevaron al médico preocupados, pero allí no me vieron nada y me mandaron para casa sin más. Sin embargo, un par de días más tarde, el dolor seguía sin remitir y yo no paraba de quejarme, así que mi madre me llevó a urgencias y esta vez si que detectaron el problema, había sufrido una luxación del hombro. Me inmovilizaron el brazo durante unos días y todo solucionado, o casi, porque me quedó una grave secuela de por vida.

Dancing queen
Hombro - Dominio Público

Desde entonces puedo forzar el hombro a voluntad para que se desplace ligeramente fuera de su sitio, formando un pequeño hoyuelo en la piel por el que se puede introducir la punta del dedo apenas un centímetro hacia las entrañas de mi articulación.

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