viernes, 27 de junio de 2014

No tengo dedos

La mayoría de la gente que pide limosna en el metro no tiene graves problemas de salud, al menos aparentemente. Pero aquellos que si sufren alguna dolencia o enfermedad no dudan en utilizarla en su favor para dar más pena e intentar conmover a los pasajeros, como el chico del cáncer que se arrodillaba en mitad del vagón o el señor que iba con muletas enseñando sus piernas ortopédicas.

No tengo dedos
© B.jehle - Wikimedia Commons

El último caso de este estilo del que he sido testigo ha sido sin duda el que más me ha impactado. Creo que era un varón joven, y por el acento seguramente extranjero, pero no puedo asegurar ni una cosa ni la otra. Tenía la cara completamente desfigurada y consumida por el fuego o algún ácido, y enseñaba las manos también quemadas a las que le faltaban absolutamente todos los dedos, cortados a mitad de la primera falange. Y a pesar de que su desgracia era evidente y saltaba a la vista a cualquiera que le echara un mínimo vistazo, se paseaba por el metro con voz chillona pero sin poder apenas vocalizar, al grito de "no tengo dedooo, no puede trabajooo, una ayuda pofaaa".

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