viernes, 6 de junio de 2014

Telepredicadora

Después de encontrarme un par de veces con aquella pseudo-monjita que recitaba pasajes bíblicos casi para si misma no había vuelto a toparme con ningún predicador. La verdad es que tampoco esperaba que hubiera muchos en el metro, es un personaje más propio de películas americanas, sobre todo si hay un holocausto o cataclismo de por medio.

Pero tarde o temprano tenía que aparecer algún otro. En esta ocasión era también una mujer sudamericana, que Biblia en mano estuvo durante seis o siete paradas predicando casi sin respirar. Tenía una voz potente y se la oía muy bien, demasiado para mi gusto. Supongo que influiría que íbamos en un metro de los más viejos compuesto de vagones individuales, y que era muy temprano por la mañana y la gente estaba muy callada medio dormitando todavía. Cuando terminó, aludiendo a que iba camino del trabajo y hacía eso por amor a Dios y a todos nosotros, se bajó del vagón con tal sonrisa de satisfacción en su rostro que parecía decir "misión cumplida, he hecho mi buena acción del día, he hecho todo lo posible por salvar vuestras almas pecadoras, y la mía ya de paso".

Telepredicadora
© Russianname - Wikimedia Commons

El resto del trayecto lo pasé muy a gusto, pero no por la salvación de mi alma, sino por el silencio y la tranquilidad que dejó al marchar. Como el marqués de Laplace le respondió a Napoleón cuando éste le preguntó por qué en su libro "Traité de Méchanique Céleste" no aparecía ninguna referencia a Dios: "Sire, nunca he necesitado esa hipótesis".

No hay comentarios:

Publicar un comentario