lunes, 30 de junio de 2014

Tú si que vales

Desde que tengo uso de razón recuerdo que mi padre se pasaba el día entero canturruteando con gran tino los viejos éxitos que tanto le gustaban, a todas horas y en cualquier lugar, no importa quién estuviera delante. Afortunadamente yo heredé su buen oído musical y desde pequeño imitaba su afición cantando a todas horas sin parar, hasta el punto de que algunas vecinas le preguntaban a mi madre cuál de nosotros era el pequeño ruiseñor que sonaba tan bien.

Tú si que vales
Ha nacido una estrella - Dominio Público

No se cómo sucedió, pero llegó un punto en el que empecé a torturar a mis compañeros de clase con alguna canción que otra de vez en cuando. Cuando el profesor de turno me daba la venia me ponía de pie en clase e interpretaba alguna melodía de mi repertorio, principalmente los grandes éxitos de Nino Bravo y Parchís (por cierto, hace poco me bajé unas canciones de estos últimos para ponérselas a mi hijo y.. ¡qué malos eran!, pero cuánto nos gustaban por aquel entonces). A veces incluso engañaba a mi compañero Javier para que me hiciera los coros. Y tampoco tenía reparos a entonar a pleno pulmón lo que se me pusiera por delante durante las animadas misas de niños de los domingos.

Pero un día hubo un punto de inflexión en mi vida que también afectó a la faceta musical. Con aproximadamente 10 años cambiamos de piso, de barrio, de colegio, de parroquia, de compañeros y de amigos, crecí, me dió un ataque fulminante de vergüenza, y dejé de cantar en público para siempre jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario