viernes, 16 de enero de 2015

Ni encima ni debajo, sino todo lo contrario

Si una persona tiene un percance con un automóvil, ¿qué es preferible, que el coche le pase por encima o que le pase por debajo (o dicho de otro modo, que sea él quien pase por encima del vehículo)? A priori la respuesta parece evidente, pero como sucede con casi todo, depende.

Cual precoz cazador de mitos yo mismo realicé un par de simples experimentos utilizando mi propio cuerpo como conejillo de indias, aunque desde luego el resultado no es para nada concluyente o extrapolable a ninguna otra situación similar, ya que los factores que influyen en el resultado final son múltiples y variados, y difícilmente controlables en una situación de atropello real.

Experimento 1: Al doblar la esquina de la Avenida de la Jota para encarar el último tramo hasta el colegio homónimo, había un amago de acera estrecha e intermitente junto a la tapia de una vieja fábrica que nunca supe a qué se dedicaba, por lo que en cuanto era posible solíamos cruzar al otro lado de la calle para transitar por un lugar más seguro. Un día, un coche tomó la curva con demasiada celeridad y escasas precauciones y nos sorprendió con un pie ya en la calzada. Frenó en seco, y milagrosamente no se llevó a nadie por delante, aunque quedó parado justo delante de mi, con el lateral del chasis a escasos centímetros de mi cara y una rueda encima de mi zapato. Afortunadamente, sólo me pisó la puntera, y además debía de llevar un calzado crecedero que me venía grande, porque no me aplastó los dedos del pie ni recuerdo ningún tipo de presión o dolor. En cierto modo acabé debajo del coche, pero todo quedó en un susto.

Ni encima ni debajo, sino todo lo contrario
Ruedas asesinas - Dominio Público

Experimento 2: Muchos años después volvía a casa después de dar un paseo en bici, pedaleando por la acera junto a un largo muro de ladrillo que protegía el hueco de la rampa de acceso al garaje de un edificio del Actur. Los coches que salían del aparcamiento obligatoriamente debían girar a la derecha y atravesar la acera por la que yo avanzaba, y ese día un coche tomó la curva con demasiada celeridad y escasas precauciones, cerrándome el paso. Sin poder hacer nada por evitarlo choqué con el lateral del vehículo, volé por encima de la bici y aterricé en el capó del automóvil. Afortunadamente, salvo alguna magulladura sin importancia, no hubo que lamentar daños físicos ni materiales. Acabé encima del coche, pero todo quedó en un susto.

Ni encima ni debajo, sino todo lo contrario
© bertozland - Flickr

Conclusión: Por tanto, según mi propia experiencia, fue más traumático acabar encima del segundo coche que terminar debajo del primero, aunque yo no le recomendaría a nadie hacer la prueba, por si acaso.

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