lunes, 2 de febrero de 2015

Nivel básico de Pársel

Un lateral del patio de recreo del colegio La Jota estaba separado de una de las acequias que cruzaban el barrio por una verja compuesta de finos barrotes metálicos. Pero en la esquina más alejada, donde se juntaba con la fachada de una antigua fábrica, había un punto ciego más ancho de lo habitual por el que nuestros pequeños cuerpos podían pasar a través del cercado sin demasiado esfuerzo. Y si existía la posibilidad de hacerlo, ¿cómo no lo íbamos a hacer?

Nivel básico de Pársel
© Mdf - Wikimedia Commons

Un día nos permitieron traer a clase a nuestros animales de compañía, y un compañero nos dejó boquiabiertos al mostrarnos orgulloso su culebra de agua. A algunas de las chicas les daba mucho asco, sin embargo, nada más verla, supe que yo también quería una de mascota. Así que, durante las siguientes semanas, a la hora del recreo, me escapaba a la acequia siempre que podía para rebuscar entre los matorrales de la orilla. Pero no tuve suerte (o sí, si tenemos en cuenta que no me mordió ninguna rata). No es que no consiguiera atrapar mi culebra de agua, es que ni siquiera tuve la oportunidad, nunca vi ninguna. Aunque supongo que tampoco importa demasiado, porque mis padres jamás me hubieran permitido llevarla a casa.

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