lunes, 16 de febrero de 2015

Pesca submarina

Estoy sentado dentro del cauce de una acequia, con el agua fría y cristalina cubriéndome casi hasta el pecho, mientras contemplo perplejo cómo un par de enormes barbos pasan nadando tranquilamente junto a mi, indiferentes a mi presencia y a cómo he aparecido de improviso en mitad de su tranquilo hábitat, intentando perturbar sin éxito su apacible existencia.

Pesca submarina
© Hectonichus - Wikimedia Commons

5 minutos antes: Habíamos ido a un pueblo a visitar a unos amigos de mis padres de esos de los de toda la vida, Fina y Luis. Junto a la gran casa de piedra discurría una pequeña acequia, no muy ancha, pero sí lo suficiente para que mis cortas piernas no pudieran pasar de un lado al otro de un salto. Afortunadamente para mis aspiraciones de esparcimiento, muy cerca había un estrechamiento artificial fabricado con cemento y dispuesto estratégicamente para acomodar una inexistente compuerta metálica que hubiera servido para regular el paso del torrente de agua. Encaramado a la cimentación de la esclusa realicé sin problemas varias pasadas en ambas direcciones, hasta que finalmente sucedió lo inevitable, y en una de ellas resbalé y di con mis huesos en mitad del flujo de agua, con mi orgullo herido a medio camino entre las carcajadas de mis hermanos, el enfado de mis padres y la indiferencia de los peces.

No hay comentarios:

Publicar un comentario