lunes, 17 de febrero de 2014

Las cosas claras y el chocolate espeso

El tejado del edificio de la iglesia-guardería donde viví mis primeras experiencias educativas era una terraza enorme o solarium, como lo llamarían ahora, rodeada de un pequeño muro que impedía que te arrojases al vacío. Estaba prácticamente diáfana salvo por un tragaluz central que iluminaba el altar de la capilla situada dos pisos por debajo, y que estaba protegido de nuestros embistes por una verja.

© lablasco - Flickr

Las profesoras nos llevaban allí arriba a las horas del recreo y allí arriba jugábamos y nos encorríamos alegremente. A la hora de la merienda nos repartían a cada uno un mendrugo de pan con chocolate, y digo bien, mendrugo, porque llamarlo bocadillo sería muy pretencioso. Pero ya por entonces era goloso más allá de lo que está escrito, así que cuando no me miraban me deshacía del pan arrojándolo a la calle por encima del muro y me comía únicamente el chocolate. Mmm.. ¡qué rico!

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