viernes, 21 de febrero de 2014

Pumuki

Hay veces que te cruzas en el metro con gente que claramente está un poco loca o trastornada, que no sabes cómo van a reaccionar o si te van a meter en algún lío no deseado.

Un día se subieron en una parada un par de chicos jóvenes con pinta de faltarles algún hervor, aunque sólo era una primera impresión errónea debido a su aspecto y expresión un tanto bobaliconas, porque enseguida se sentaron y se pusieron a hablar entre ellos de sus cosas y se les veía completamente normales.

Pumuki
© Puknáč - Wikimedia Commons

Unas paradas después se subió otro chico joven, un punky con los laterales de la cabeza rapada y una enorme cresta bien tiesa en la parte superior al que apodé “Pumuki” (por la similitud fonética, no por su parecido con el dibujo animado homónimo). Se situó de pie al lado de los otros chicos, les preguntó si tenían fuego y comenzó una loca conversación con ellos, aunque prácticamente el único que hablaba era él. Estaba fumado o algo peor, y al principio temí que se metiera con los chicos y me viera obligado a intervenir, pero poco a poco me di cuenta de que era inofensivo. Los chicos le seguían la corriente mientras él les contaba cosas y se iba por las ramas, casi hasta parecía que los tres se conocían de antes y eran colegas. Hasta que finalmente, cuando se iban a bajar, Pumuki les dio la mano, les preguntó cómo se llamaban y les dijo que encantado de haberles conocido. En cuanto se separaron Pumuki salió disparado en dirección contraria, se bajó por otra puerta en la misma parada y antes de que se cerrasen las puertas para que el metro prosiguiese su trayecto lo vi acosando a una chica joven, “¿tienes fuego?”.

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