viernes, 7 de noviembre de 2014

El corredor de la muerte

Es de noche y todas las luces de la casa están apagadas. Yo me encuentro en el amplio recibidor de casa, encarado hacia el largo pasillo que conecta con el resto de las estancias del hogar. Noto la presencia de algún ente sobrenatural que me acecha por detrás desde la más absoluta oscuridad. Quiero atravesar rápidamente el corredor para alcanzar la seguridad de los brazos paternos. Sé que mis padres están al fondo, en el salón, totalmente ajenos al peligro en el que me encuentro. Estoy solo e indefenso, mi única escapatoria posible es echar a correr con la esperanza de ser más rápido que mi predador. Pero mis piernas no responden, se mueven con exasperante lentitud y no consigo avanzar.

El corredor de la muerte
© Akoxta - Wikimedia Commons

Mi tensión y angustia aumentan exponencialmente conforme la oscura presencia acorta la distancia que la separa de su presa, de mí. Las piernas me pesan demasiado, aún estoy a la altura de la cocina, justo al principio del pasillo, pero no me rindo, me va la vida en ello. Noto su fétido aliento cada vez más cerca, se me erizan los pelos de la nuca y un escalofrío recorre toda mi espalda. No sé qué aspecto tiene pero imagino unas grandes fauces repletas de colmillos, garras afiladas, músculos de acero y mucho pelo, un hombre lobo sin duda, la criatura más horripilante, mortífera y cruel a la que te puedas enfrentar. Ni en sueños querrías plantarle cara. Pero no me queda más remedio, está sobre mí, me alcanza y.. afortunadamente siempre me despertaba antes de que me hiciera ningún daño.

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