lunes, 24 de noviembre de 2014

Jugando con fuego

Qué irresistible y primitiva atracción ejerce sobre nosotros el fuego..

Aquel día mis padres se habían dejado una caja de cerillas sobre la mesita de mármol del salón. No había nadie cerca y la tentación era enorme, demasiado fuerte como para resistirme a ella. Saqué un fósforo, con dedos nerviosos lo froté un par de veces contra la banda rugosa del lateral de la cajetilla hasta que prendió, y me quedé contemplando embelesado el bamboleo de la llama y sus cálidos colores anaranjados. La madera se consumió con rapidez y, antes de que me diera cuenta, el calor se hizo tan insoportable que tuve que soltar mi presa so pena de llevarme un quemazo de recuerdo. Pero la mala suerte hizo que la cerilla, todavía encendida, cayese sobre la alfombra del salón, que empezó a arder inmediatamente.

Jugando con fuego
© roegger - Pixabay

Y para mayor desgracia, justo en ese momento aparecieron mis padres, quizás atraídos por mis gritos de sorpresa y angustia, y me encontraron intentando apagar la pequeña fogata desesperadamente. Creo que fueron ellos quienes finalmente la sofocaron de un pisotón, pero lo más curioso es que no recuerdo haberme llevado una gran bronca o un castigo ejemplar por mi imprudencia. Si en aquel momento hubiera aprendido la lección quizás no habría vuelto a jugar con fuego en otras ocasiones futuras.

Qué irresistible y primitiva atracción ejerce sobre nosotros el fuego..

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