jueves, 25 de diciembre de 2014

Misa de niños

En aquella época en que todos los niños éramos católicos o, como diría Richard Dawkins, en que todos los niños éramos hijos de padres católicos, los domingos acudíamos en tropel a misa de 11, la misa de niños. Hay que reconocer que el sacerdote, Alfonso Milián, muchos años después nombrado Obispo de Barbastro-Monzón, era uno de los grandes, de esos pocos que logran reconciliarte en cierta medida con la jerarquía eclesiástica.

Misa de niños
© falco - Pixabay

En aquella época la misa de niños era muy amena, entre los sermones y rituales de siempre intercalaban múltiples canciones, nos hacían preguntas sencillas y directas para que las respondiéramos a gritos, e improvisábamos nuestras propias peticiones, esperando brazo en alto la llegada del micrófono para disfrutar de nuestro momento de gloria mientras escuchábamos de otros barbaridades del estilo "para que no haiga guerras", "para que no haiga enfermedades" o "para que no haiga pobreza".

Un día estaba en misa con unos compañeros de clase y por unos instantes me quedé embobado contemplando el tragaluz del techo y pensando en mis cosas. Mis amigos no tardaron en comenzar a bromear diciendo que había sufrido una iluminación divina, que iba para cura y cosas similares. Nada más lejos de la realidad. Sí es cierto que en un tiempo muy lejano los misioneros poseían cierta magia y halo de misterio y aventura, motivado sin duda por el gran éxito cinematográfico de "La misión", pero jamás se me pasó por la cabeza vestir los hábitos, y de hecho con el tiempo me he vuelto un ateo convencido.

¡Feliz Navidad!

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