lunes, 22 de diciembre de 2014

Pressing catch

A lo largo de nuestra infancia mis hermanos y yo, como buenos chicazos, nos hemos peleado infinidad de veces de todas las formas posibles y probando todas las distribuciones imaginables: uno contra uno, dos contra uno, tres contra uno, todos contra todos.. A veces incluso jugábamos a pelearnos de mentira con la intención de provocar a nuestra perra Maxi, cruce entre Husky Siberiano y Alaskan Malamute, para que tomara partido y se lanzara a defender a uno u otro. Aunque en realidad daba igual quién hiciese de agresor y quién de víctima, porque ella siempre marcaba el mordisco en el brazo de mi hermano Rubén, curiosamente al que tenía más cariño y respeto.

Pressing catch
© moerschy - Pixabay

Sin duda, el lugar ideal para coreografiar puñetazos y caídas cual extras de acción de Hollywood era la piscina, ya que nos permitía lanzarnos al agua tras el impacto adoptando extrañas poses y practicando todo tipo de acrobacias. Normalmente estos juegos no tenían consecuencias negativas, pero como si de un combate de pressing catch se tratase, a veces encajabas un golpe fortuito y terminabas con alguna contusión.

Un día que estábamos simulando una pelea dentro de una de las piscinas del Parque Deportivo Ebro, mi hermano Rubén calculó mal la distancia y me dio un certero puñetazo en toda la nariz. Nada grave, pero me puse a sangrar como un cerdo y tuve que pasar por la enfermería para que me taponaran la hemorragia con un gran pedazo de algodón. Y a partir de aquella experiencia, no volví a fiarme de practicar ese tipo de juegos con nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario