viernes, 19 de junio de 2015

La ventana indiscreta

Volvíamos a casa, a nuestro nuevo barrio, después de haber dado un paseo por la zona civilizada de la ciudad. Atravesábamos a pie el viejo puente abandonado que en otros tiempos usaba el ferrocarril para cruzar el río Ebro a la altura del barrio de la Almozara.

La ventana indiscreta
© carloscastroweb - Flickr

Cada pocas decenas de metros había en el suelo un agujero cuadrado de un palmo de lado que traspasaba toda la estructura de hormigón y permitía ver la distante superficie del agua sin peligro de caída, aunque sin disminuir ni un ápice la sensación de vértigo.

En un momento dado, el correspondiente agujero nos mostró una playa de guijarros, nos acercábamos al final del puente y ya habíamos dejamos atrás la orilla del río. Pero aún nos aguardaba una sorpresa, que llegó con el siguiente orificio cuando, al asomarnos de nuevo al vacío, nos topamos con una oronda señora tumbada sobre una toalla, haciendo top less justo unos metros por debajo de nosotros.

Debimos de hacer mucho ruido, porque la mujer se dio cuenta al instante de que estaba siendo espiada, y el tipo escuchimizado que la acompañaba empezó a agitar el puño hacia arriba, profiriendo gritos y amenazas casi ininteligibles a esa distancia, mientras nosotros nos alejábamos tranquilamente, comentando la jugada y sonriendo divertidos.

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