lunes, 8 de junio de 2015

¡Me ha moqueado!

Un año se pudo de moda un peculiar juguete que anunciaban en televisión. Se llamaba blandiblú, y consistía en una masa gelatinosa de color verde que podías estirar casi hasta el infinito y darle distintas formas gomosas que parecían derretirse entre tus manos. Cuando terminabas de sobarla a gusto tenías que tener cuidado de guardarla a buen recaudo dentro de su envase, dejándolo herméticamente cerrado para que el producto no se secara y acabase oliendo a cloaca.

¡Me ha moqueado!
¡Me ha moqueado!

El blandiblú era conocido coloquialmente como moco de elefante, no en vano guardaba un más que parecido razonable con Babetas, el espectro verde moqueador de "Los cazafantasmas". Había gente a la que le daba mucho asco debido precisamente a estas comparaciones, pero no a mi, ¡sólo era un juguete! Lo que si me repugnaba eran los mocos de verdad, sobre todo los ajenos, como cuando mi amigo Miguel Ángel se los sacaba de la nariz con la punta del dedo, me los enseñaba, y se los metía a la boca saboreándolos con fruición. ¡Puaj!

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