viernes, 11 de marzo de 2016

Ciudadano de un lugar llamado Mundo

Supuestamente, el paso desde la E.G.B. al instituto iba a ser duro, y la primera toma de contacto con los nuevos profesores apuntaba también en esa dirección. Recuerdo que el primer día el profesor de lengua nos interrogó uno a uno sobre nuestras notas anteriores y cuánto tiempo dedicábamos al estudio, y cuando respondí que había estado sacando sobresalientes prácticamente sólo con las explicaciones de clase, me dijo que a partir de entonces iba a tener que esforzarme mucho más si quería mantener ese nivel.

Ciudadano de un lugar llamado Mundo
© merchau - Flickr

El profesor de dibujo tenía fama de duro, y a pesar de esos momentos surrealistas en los que decía ver diferentes tonalidades y colores en el blanco de la pared, realmente lo era. El primer examen que nos puso pudo acabar en desastre para mí, de no ser porque desde el primer día de clase nos sentó en orden alfabético y tuve la suerte de compartir pupitre con Amparo, una de las personas más inteligentes y generosas que he conocido nunca. Aunque el profesor tomaba la precaución de poner exámenes diferentes para cada compañero de mesa, ese día Amparo solventó magistralmente su ejercicio y aún tuvo tiempo de echarme un pequeño cable disimuladamente para encauzarme en la resolución del mío. Fue la primera y última vez, porque a partir de ese momento me puse las pilas.

Pero también recibía mensajes contradictorios. En historia, una de mis asignaturas hueso, el profesor decidió que no íbamos a seguir el temario oficial, sino que íbamos a hablar de qué es la historia, cómo trabaja un historiador, qué fuentes utiliza y, en definitiva, cómo se escribe la historia. ¡Por mi perfecto! Era un hombre peculiar, pero no sólo en su faceta docente, por ejemplo tenía muy interiorizadas sus raíces aragonesas y hasta se presentó a unas elecciones como miembro de un partido nacionalista. Una vez nos preguntó algo así como si lucharíamos por nuestra tierra, si nos sentíamos maños en cuerpo y alma. Yo dije que no, que todo eso de los nacionalismos no iba conmigo, yo no había elegido nacer en Zaragoza, era un simple capricho del destino, y si hubiera nacido en otro sitio obviamente lo amaría, pero no hasta el punto de dar mi vida por él, soy un ciudadano de un lugar llamado Mundo, y el mundo nos pertenece a todos. Aún así aprobé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario