lunes, 7 de marzo de 2016

Mi primer afeitado

En el nuevo barrio no éramos fieles a ninguna peluquería. Así que, durante un tiempo, el hijo mayor de los vecinos de arriba, que estudiaba para peluquero, estuvo bajando a casa para cortarnos la cabellera en mitad del salón, atacando nuestras greñas tijera en mano para intentar dejarnos presentables una vez más. El último repaso para rematar las zonas más sensibles y delicadas lo hacía siempre con una navaja (nada de cuchillas desechables, eran otros tiempos).

Mi primer afeitado
© rebeccacbrown13 - Flickr

Un día, estando yo en plena pubertad, decidió con buen criterio que mi incipiente bigote no era muy estético, y a pesar de mi ferviente oposición, con un movimiento certero de la navaja me rasuró la pelusilla de la mitad derecha. Estaba tan ridículo que no me quedó otro remedio que concederle permiso para finalizar el trabajo. Así se perpetró mi primer afeitado, no fue por gusto, no me hizo ni pizca de gracia, pero ahora puedo reconocer abiertamente que era completamente necesario.

No hay comentarios:

Publicar un comentario