miércoles, 9 de marzo de 2016

This is the end

Hacía mucho que no escribía una historia relacionada con el metro, podría decirse que lo he visto todo ahí abajo y no tengo nada nuevo que contar. Pero además de las vivencias que he relatado durante este tiempo, sé muy bien que bajo la ciudad suceden más cosas, algunas de ellas no muy agradables y que me alegro enormemente de no haber tenido que presenciar nunca jamás, como ver a los carteristas en plena acción o a los suicidas saltando a las vías para ser arrollados por el tren. En unos días dejo de ser usuario del metro, tan de repente como me hice asiduo a él hace casi dos años y medio, así que esta va a ser mi última historia del metro, al menos de momento. Hasta la vista.

This is the end
No te fíes de un extraño - Dominio Público

Un joven melenudo estaba tocando la guitarra dentro de mi vagón, interpretando en inglés con su voz acaramelada una canción moderna y marchosa. Al terminar su actuación un señor de aspecto un tanto extraño que estaba sentado a su lado comenzó a preguntarle si la música pertenecía a no sé qué grupo desconocido para mí, y si tenía alguna otra pieza suya entre su repertorio. El chico respondió amablemente, con una voz mucho más grave de lo que esperaba después de oirle cantar que, efectivamente, la canción era de ellos, pero que era la única que se sabía.

Entonces el hombre siguió hablando, intentando camelarse al cantante, diciéndole que tenía partituras de ese grupo y varias guitarras, y que si le apetecía podían quedar un día para ensayar algo juntos. Al principio el joven estaba reticente, pero ante la insistencia del charlatán al final cedió, sacó el móvil y le dijo, "venga, va, dime tu número y quedamos un día". Entonces el liante le hizo una envolvente y le contestó que no se lo sabía de memoria, que mejor le diera él su número y ya le llamaría. El chaval se quedó durante unos segundos en silencio, visiblemente contrariado, pero acabó dándole su número. "Entonces, te puedo llamar y quedamos, ¿no?".

Entonces algo hizo clic en su cabeza y por fin se percató de lo que todos alrededor habíamos intuido desde el principio ante esa situación un tanto surrealista, que tal vez lo que el hombre manifestaba no es lo que pretendía en realidad, y que quizás no debería de haber sido tan amable y haberle dado su móvil tan alegremente. "Eh.., si, ya hablamos..". Pero el mal ya estaba hecho, y sólo podía tratar de escabullirse lo mejor y más rápidamente posible. "Aunque tengo poco tiempo, porque además tengo un grupo". Mientras, el individuo no dejaba de hablar y tratar de engatusarle, de llevarle hacia su terreno, fuera este el que fuese. Finalmente el chico se bajó rápidamente en la siguiente parada, farfullando que tenía prisa, y supongo que durante los siguientes días no cogió el teléfono ante ninguna llamada con número oculto o desconocido. Al menos es lo que habría hecho yo en su lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario