lunes, 28 de marzo de 2016

Charly

El día en que mi madre apareció en casa con un perro no nos lo podíamos creer. Siempre habíamos querido tener uno, sobre todo mi hermano Rubén, pero mis padres eran completamente reacios a semejante idea. Todos los animales ensucian, y dan mucho trabajo, pues requieren de unas rutinas y unas atenciones que mis padres no estaban dispuestos a asumir. y que nosotros aún éramos demasiado jóvenes e irresponsables como para comprender. Pero allí estaba mi madre, con un perro callejero que, tras varios días rondando por su trabajo, se había decidido a traer finalmente a casa. No era ningún cachorro, ni especialmente bonito, ni cariñoso, pero era un perro y nos bastaba. Le pusimos por nombre Charly.

Charly
Perro callejero - Dominio Público

A veces cuando bajaba a pasearlo a la calle cogía mi vieja bici y le echaba una carrera. Era increíble cómo corría. Al principio se quedaba rezagado mientras yo iba acelerando poco a poco, pero en cuanto me ponía a máxima velocidad salía disparado y me adelantaba como un rayo en cuestión de segundos. A pie no hubiera tenido la más mínima oportunidad contra él, cuatro patas son una gran ventaja. Recuerdo que durante una Semana Santa estábamos entrenando en la playa y el caniche de una compañera, que apenas levantaba un palmo del suelo, nos adelantaba corriendo por la arena como si tal cosa.

Al principio todo iba bien, pero las cosas se torcieron rápidamente. Mi hermana María era todavía muy pequeña y andaba todo el día a gatas por la casa, por lo que tener un perro correteando por allí no era muy higiénico. Para colmo de males, a veces se ponía un poco agresivo. Le gustaba apoderarse de los trapos de cocina y mascarlos con fruición, y si intentabas recuperarlos por la fuerza, te gruñía y te mostraba los colmillos amenazadoramente. No nos fiábamos de que en alguna de esas no nos soltara un mordisco. Al final, mis padres decidieron que no había superado el período de prueba y que debíamos llevarlo a la perrera municipal, donde difícilmente tendría otra oportunidad, ya que normalmente la gente prefiere adoptar perros más jóvenes o con pedigrí.

El último día subimos al coche Charly, mis padres y un servidor. Al otro lado del río mi madre y yo nos bajamos para ir a comprar al Mercado Central, y fue mi padre en solitario el que se quedó encargado de llevar al pobre animal hasta su última morada. Mientras el vehículo se alejaba, Charly se asomó a la luna trasera y se me quedó mirando con los ojos tristes y las orejas gachas, como si supiera lo que estaba a punto de suceder, que era la última vez que nos veíamos, que no íbamos a echar ninguna otra carrera ni estar juntos nunca más.. al menos físicamente, porque por muchos años que pasen siempre estará presente en nuestra memoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario