viernes, 4 de marzo de 2016

Placa identificativa

En los vestuarios del Parque Deportivo Ebro había multitud de pequeños cubículos donde podías cambiarte de ropa con tranquilidad, alejado de miradas indiscretas. A la entrada había un mostrador, donde un trabajador del parque te proporcionaba si se lo solicitabas una enorme percha metálica con un identificador único, para que colgaras tus prendas y te las custodiase dentro de la consigna. Para que no hubiera confusiones y pudieras recuperar la ropa posteriormente, te quedabas una pulsera con una chapa redonda de color azul, en rosa para el vestuario de chicas, que llevaba grabado en negro el número de la percha que habías usado

Placa identificativa
© Brian Robert Marshall - Wikimedia Commons

A veces el trabajador no estaba en su puesto y supongo que entonces la gente entraba directamente a buscar su percha, dejándola luego abandonada junto a su pulsera identificativa dentro de alguno de los cubículos. Esos eran los que buscaba yo cuando iba a cambiarme, porque jugaba a coleccionar las placas redondas con los diferentes números grabados en ellas. No lo hacía con mala intención, ni realmente por afán coleccionista, ya que al final no me las guardaba y las dejaba abandonadas en algún rincón del parque, sólo me las llevaba un rato porque eran bonitas. Hubiera sido interesante enterarse de qué partida de los presupuestos de cada año, costeados entre otros por mis padres, estaba destinada a reponer las chapas que desaparecían misteriosamente de los vestuarios, quizás con ese conocimiento en la mano hubiera dejado de comportarme así antes.

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