lunes, 29 de febrero de 2016

Disgregación molecular

Una tarde, después de disfrutar de una mañana en la playa de Salou, como tantas otras verano tras verano, de repente empecé a encontrarme mal. Sentía escalofríos, calambres y espasmos por todo el cuerpo. Era una sensación muy extraña, como si mi carne estuviera formada por fibras sueltas que vibraran en diferentes direcciones, como si cada molécula que formaba parte de mi cuerpo fuera a disgregarse haciéndome desaparecer para siempre. También comencé a vomitar, no había alimento o líquido que retuviese en mi interior, y cuando estuve completamente vacío seguí teniendo arcadas y expulsando bilis. Pensaba realmente que me moría, creo que no lo he pasado tan mal en toda mi vida.

Disgregación molecular
© StormBringer - Wikimedia Commons

Mis padres llamaron a un médico que acudió a nuestro pequeño apartamento, y les recomendó seguir suministrándome el suero que ya me habían preparado para evitar un cuadro de deshidratación. Además, me puso una inyección de algo que por fin alivió mi tormento. Su diagnóstico fue que había sufrido un corte de digestión provocado por el calor acumulado tras largas horas de exposición al sol y los cambios bruscos de temperatura al zambullirme en el mar y la piscina. No es que quiera dudar de su parecer profesional, pero me resulta curioso que todo se desatase horas después de haber vuelto de la playa, aunque también es cierto que su intervención supuso el principio del fin de mi padecimiento. ¿Efecto placebo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario