viernes, 12 de febrero de 2016

Miedo a lo desconocido

Cuando eres un niño y todavía no sabes bien cómo funciona el mundo, es fácil tener miedo a lo desconocido, creer a pies juntillas relatos inquietantes que llegan a tus oídos, hacerlos crecer en tu imaginación hasta convertirlos en monstruos y, en definitiva, sentir pánico ante amenazas infundadas. Recuerdo dos de esas historias que en su día hicieron mella en mi por entonces diminuto círculo de protección frente a lo irracional.

Miedo a lo desconocido
También hay niños asesinos - Dominio Público

Cuando empecé a ir a clase en el nuevo colegio, los alumnos veteranos contaban historias sobre un tipo que vivía en el barrio, conflictivo, borracho, drogadicto, pendenciero y medio loco, que gustaba de colarse en el patio de recreo para atemorizar a los niños. Un par de veces lo vi merodeando cerca del colegio y, aunque en realidad daba más pena que miedo el pobre diablo, mis compañeros me habían comido el coco de tal manera que vivía con el temor a que un día asaltase por la fuerza el recinto vallado que nos protegía y se liase a gritos y golpes con nosotros. Algo que, por supuesto, nunca sucedió.

En otra ocasión, alguien me contó que en las afueras de Valencia habían surgido unas pandillas, formadas y comandadas exclusivamente por adolescentes y niños, que habían tomado el control de la periferia de la ciudad transformándola en su particular reino del terror, hasta el punto de que ni la policía se atrevía a adentrarse en su territorio sin ley. Las historias hablaban de robos y todo tipo de delitos, incluido el asesinato de niños y adultos que se encontraran en el lugar incorrecto a la hora equivocada. Aunque yo no había estado por allí en la vida, estaba absolutamente aterrorizado ante la posibilidad de tener que viajar a esa zona, por ejemplo si a mis padres se les ocurría ir a veranear a sus cálidas playas. Fue una época angustiosa, pero años después, cuando mi hermano Rubén se fue a vivir a Valencia durante una temporada, ni siquiera me acordé de aquellas historias truculentas, y sólo podía pensar en la suerte que tenía de poder disfrutar de una buena horchata siempre que quisiera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario