lunes, 8 de febrero de 2016

Café para los muy cafeteros

Algunos fines de semana, nuestro vecino Salvador se presentaba en casa después de comer y se tomaba un café con mi padre, mientras charlaban tranquilamente de cosas de mayores. Ambos eran muy cafeteros y disfrutaban de ese brebaje amargo, sólo y sin azúcar, como si realmente les gustase. Algo que nunca he podido comprender, pues a mi lo único que me agrada del café es el aroma de los granos recién molidos, y por supuesto su efecto estimulante, aunque en realidad no me afecte demasiado, ya que nunca me ha quitado el sueño, sólo lo justo para no quedarme dormido al volante.

Café para los muy cafeteros
© anieto2k - Flickr

Acomodados en el sofá del salón, solían pedirme que fuera yo el encargado de preparárselo, porque les tenía perfectamente tomada la medida y sabía que les gustaba bien cargado, cuanto más fuerte mejor. Así que llenaba la cazoleta hasta el borde, bien repleta de café pero sin apelmazarlo en demasía, y lo ponía a fuego lento para que subiera despacio capturando todo el sabor.

Hubo una ocasión en que se terminó el café y apenas había llenado la mitad del recipiente pero, en lugar de molestarles con nimiedades o dejarles sin su ansiado néctar, eché mano sin que se percataran de un bote de Nescafé que teníamos por casa y rellené lo que faltaba con los polvos de ese pseudo-café que mi padre y el vecino repudiaban sin ambages. Cuando estuvo listo les serví un par de tazas y me quedé en segundo plano observando y esperando su inminente reacción de rechazo. Pero cuál no fue mi sorpresa cuando empezaron a alabarlo como el mejor café que les había preparado nunca.

¡Qué risa para mis adentros!, con lo que se las daban de grandes cafeteros y se la había colado con un sucedáneo barato de disolución instantánea. Me mordí la lengua, pero al final no pude evitar confesar mi jugada maestra mientras disfrutaba de sus caras de incredulidad. Aunque quizás hubiera sido más inteligente guardarme el secreto, por si necesitaba volver a emplear mi receta secreta más adelante sin levantar sospechas.

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