lunes, 23 de mayo de 2016

Don Juan

Yo nunca he sido de los que salen por ahí de fiesta cada fin de semana dispuesto a ligar cueste lo que cueste y emborracharse hasta que el cuerpo aguante, así que entre mis compañeros de instituto tenía fama de ser bastante tímido y reservado. Seguramente tenían toda la razón del mundo, pero en un par de ocasiones me complació enormemente dejarles con la duda y parecer a sus ojos un auténtico Don Juan.

Don Juan
Los testigos de mi osadía - Dominio Público

Era el cumpleaños de mi prima Ana y para celebrarlo salimos una noche de sábado con su novio y sus amigas por la zona de Dr. Cerrada. Mientras nos movíamos de un bar a otro me topé con varios compañeros de clase, que se sorprendieron visiblemente al verme pasar por allí. Me quedé rezagado charlando con ellos un rato, hasta que de pronto aparecieron mi prima y una de sus amigas, muy guapas las dos, me cogieron cada una de un brazo y me llevaron con ellas hacia otra parte, dejando a mis compañeros con expresión de asombro y la boca abierta. No debieron de cerrarla en todo el fin de semana, porque el lunes a primera hora lo primero que hicieron al llegar al instituto fue correr a interrogarme, "¿quienes eran?, ¿de qué las conoces?, ¿dónde ibais?".

En 3º de B.U.P. hicimos un viaje de fin de curso, el famoso viaje de estudios, visitando diversas ciudades de Italia como Venecia, Pisa, Florencia o Roma. Estábamos dentro del Museo del Vaticano cuando de repente vi a lo lejos, al otro extremo de un largo pasillo, que una chica muy guapa venía en nuestra dirección. Mirando con cara de póker a mis colegas les reté, "¿qué os apostáis a que me acerco a esa chica y le doy dos besos?". Obviamente no esperaban tal reacción por mi parte, así que ni corto ni perezoso me adelanté, me puse enfrente de ella cortándole el paso, le planté dos sonoros besos y nos pusimos a charlar animadamente. Mis compañeros estaban con la mandíbula desencajada, una mezcla entre desconcierto y fascinación. Aunque lo realmente asombroso era haberme encontrado a mi prima Olga, que también estaba en su viaje de estudios, en un pasillo de un museo de una ciudad a más de mil kilómetros de nuestras casas, hecho que mis amigos tardaron mucho tiempo en averiguar.

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