viernes, 24 de junio de 2016

Volando bajo el mar

Me encanta moverme dentro del agua. Más que nadar, lo que me apasiona es bucear, flotar a media profundidad y disfrutar de esa libertad y ligereza que deben de sentir los pájaros cuando surcan los aires. Seguramente es la sensación más parecida a volar que podemos experimentar sin usar ningún artilugio, pero para que el efecto sea más realista hace falta adquirir velocidad, y una forma sencilla de conseguirla es utilizando unas aletas.

Volando bajo el mar
Volando bajo el mar - Dominio Público

Siempre había querido poseer unas aletas de bucear, y un año mis padres por fin me regalaron un par. Eran de esas baratas que venden en cualquier puesto de recuerdos de cualquier ciudad costera, pero para mí eran más que suficiente. Además, no pude estrenarlas con mejor fortuna, pues el primer día que me las puse encontré bajo el agua un billete de 2.000 pesetas (unos 12 euros) enrollado en forma de canuto, mecido sobre el lecho arenoso en un suave movimiento de vaivén provocado por las olas y las corrientes marinas. ¡Qué gran inversión, si ni siquiera las aletas habían costado tanto! Fue la suerte del principiante, porque lo único que encontré a partir de entonces fueron algas, desperdicios y algún que otro cangrejo ermitaño.

Después del increíble hallazgo dejé las aletas junto a las toallas durante un rato, y cuando me las fui a poner de nuevo, el sol había calentado tanto la goma que se ajustaba a los tobillos que al estirarla para introducir los pies se rajó de arriba a abajo. ¡Qué disgusto! Aún se podían usar, pero ya no se adaptaban tan bien como al principio. También descubrí relativamente pronto que si querías avanzar muy deprisa tenías que ejercer mucha fuerza, y entonces las piernas se cansaban enseguida, se agarrotaban y hasta te podía dar un calambre en los gemelos. Lo cual me hacía preguntarme, ¿sufrirán los pájaros calambres en las alas cuando se lanzan a cruzar los cielos a gran velocidad?

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