viernes, 10 de abril de 2015

Hackeando cerraduras

En casa teníamos una hucha comunitaria que imitaba la forma de un libro. Disponía de una ranura en la parte superior para echar las monedas, y una tapa trasera removible sujeta por un pequeño candado que lo protegía de las malas tentaciones, sacar los ahorros para darte algún capricho innecesario. Aunque no era una defensa muy eficaz ya que, por pura diversión, sin ánimo de sisar unas monedas, a veces me entretenía forzando la cerradura del candado, logrando acceder al contenido de la hucha. El mecanismo era tan simple que cualquier utensilio servía, un palillo o un clip hacían de ganzúa a la perfección.

Hackeando cerraduras
© tawheedmanzoor - Flickr

Años más tarde aprendí que las cerraduras de la misma serie utilizan un modelo de llave muy similar, con pocas diferencias en su relieve, y que incluso puedes llegar a abrir cualquiera de esas cerraduras si tienes a mano la llave que pertenece a otra. Es tan simple como ir introduciéndola y sacándola poco a poco, intentando girarla a cada paso, hasta que si tienes suerte consigues alinear el mecanismo interior y se abre como por arte de magia. Más de una vez puse en práctica este conocimiento abriendo los buzones de mis vecinos con la llave del nuestro. Una vez más, por puro entretenimiento, pues jamás cotilleé ni extraje nada que hubiera en su interior. En una ocasión, con los nervios de la travesura, no fui capaz de cerrar de nuevo uno de los buzones y me marché dejándolo abierto cuando oí que alguien se acercaba.

Ampliando horizontes, también aprendí a abrir los registros metálicos que ocultaban las bocas de agua que hubieran alimentado las mangueras de los bomberos en caso de emergencia. Para eso no hacía falta una llave propiamente dicha, sino una pieza metálica cuadrada que ajustaba a la perfección y que tomábamos prestada de las herramientas que usaban los jardineros para poner en marcha manualmente los aspersores, en una época anterior a la automatización.

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