lunes, 27 de julio de 2015

El arco más grande del mundo

Lo mejor que tenía el piso nuevo es que, al ser un primero, disfrutábamos de un amplio patio de luces donde correr, saltar y jugar a la pelota sin ningún peligro. El mayor inconveniente es que si golpeábamos el balón demasiado fuerte era fácil que éste sobrepasara la altura de la valla de separación y aterrizara en algún otro patio de luces. Aunque tampoco era demasiado problema, avisabas al vecino o vecina de turno y normalmente te la devolvían amablemente. Pero a veces no había nadie en casa, o la pelota caía en el único piso en el que todavía no vivía nadie. En esas ocasiones, no nos quedaba más remedio que saltar la valla y recuperar la pelota por nuestros propios medios, o buscarnos otro entretenimiento. Por cuestión de agilidad, normalmente yo era el afortunado saltador que entre un cóctel de nervios y adrenalina se jugaba una buena reprimenda. Afortunadamente, si alguien me vió alguna vez nunca dijo nada.

El arco más grande del mundo
© roapma - Flickr

El patio de luces también servía para secar la ropa húmeda recién salida de la lavadora. Las cuerdas del tendedor lo atravesaban en toda su longitud, y si colocabas una pinza encima a modo de flecha y las tensabas hasta casi tocar el suelo, podías lanzar el proyectil hasta alcanzar la altura del cuarto y último piso. Con un poco más de tensión podríamos haber hecho aterrizar las pinzas en el tejado empedrado del edificio. Pero no daba para tanto, así que tenías que estar atento para esquivarlas cuando la gravedad hacía su trabajo y volvían a caer sobre nosotros a la misma peligrosa velocidad con que las habíamos arrojado con el arco más grande del mundo.

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