viernes, 13 de marzo de 2015

Adiós, ratoncito Pérez

Estábamos en familia cenando, tal y como solíamos hacerlo habitualmente, reunidos en el pequeño cuarto de estar situado hacia la mitad del largo pasillo que comunicaba la casa de un extremo a otro. Sólo faltaba mi padre, que se había demorado más de la cuenta en alguna otra estancia, terminando la tarea que tuviera entre manos.

Adiós, ratoncito Pérez
© Lynette - Pixabay

De repente, escuchamos cómo se acercaba corriendo por el pasillo armando un gran estrépito, nos volvimos hacia la puerta y lo vimos pasar raudo y veloz por delante de ella, medio encorvado, con una zapatilla en la mano, golpeando el suelo con saña justo por delante de él. Perseguía algo que no veíamos, ¿otra intrépida cucaracha que se había atrevido a invadir nuestro espacio vital?

Al cabo de unos instantes reapareció ya de regreso, caminando erguido y triunfal, mostrándonos con orgullo su pequeño gran trofeo que yacía inmóvil sobre la palma de su mano, aturdido por un golpe certero. Era un diminuto ratoncito, que había pagado cara la mala ocurrencia de colarse en nuestra casa. ¿En un sexto piso?, no lo había pensado hasta ahora pero, ¿es posible que lo hubiera introducido a escondidas alguno de mis hermanos? En cualquier caso, intruso o invitado, no tuvo un final feliz. Una lástima, porque era un roedor muy mono y hubiera podido llevar una vida de lujo como mascota familiar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario